C’est fini
viernes 11 de junio de 2021, 02:00h
La temida selectividad ha tocado ya a su fin. Han sido tres días de angustias, nervios y desesperación. Es el miedo instalado en el cuerpo de unos adolescentes que buscan obtener la nota suficiente para poder acceder a unos estudios que les conducirán a hacer algo con lo que serán felices.
Durante estos tres días he podido conversar con algunos de ellos y he observado varias cosas. Por un lado, la presión con la que se presentan a estos exámenes. Por otro, que el diseño de las pruebas, en general, no ha evolucionado desde hace más de tres décadas. Y, como siempre, hay excepciones. Algunas materias si han adaptado sus exámenes a la realidad actual, pero la mayoría sigue evaluando la cantidad de conocimientos que han adquirido los alumnos durante el curso escolar; o lo que es lo mismo, exámenes planteados para que los alumnos “vomiten” la literatura del siglo XX o el Sexenio Revolucionario o la Guerra Civil. En definitiva, el diseño de las pruebas no refuerza el trabajo que algunos docentes sí hacemos con nuestros alumnos. Desde que me dedico al menester de la enseñanza procuro que mis alumnos acaben siendo libres de pensamiento. Éste es un proceso árduo y largo; pero no remito en mi empeño.
Los docentes nos quejamos a diario de que nuestros alumnos no realizan un aprendizaje significativo de los contenidos, pero es que el sistema no lo fagocita. Y es que, con esta reflexión no hago más que reafirmar mi posicionamiento en que la reforma del sistema es más que necesaria. Y ya lo he escrito en esta tribuna anteriormente. He ido desgranando aspectos claves de la reforma de sistema, pero parece ser que los que tienen la responsabilidad miran hacia otro lado.
Ahora estamos a las puertas del verano y las vacaciones estivales nos van a venir como anillo al dedo. Unas vacaciones, que por cierto, no son de dos meses como todo el mundo piensa. Los docentes como cualquier otro trabajador gozamos de un mes de vacaciones.