Uno de los mayores errores de Cort en las dos últimas legislaturas ha sido el de contemporizar con potenciales delincuentes, minimizando ante la opinión pública las consecuencias de las okupaciones -especialmente, las de antiguas sucursales bancarias-, que para los socios morados del pacte constituyen casi un derecho.
También se pretende anestesiar a la ciudadanía mintiendo o al menos ocultando los escandalosos datos de delincuencia asociada a la inmigración ilegal, especialmente relacionada con los centenares de individuos llegados en patera desde Argelia, país que sabemos que empuja a sus delincuentes contra nuestras fronteras en represalia por el cambio de posición del gobierno Sánchez con relación al Sáhara.
Las bandas juveniles cristalizan porque sus actividades han sido consentidas hasta que el grado de violencia que han alcanzado erosiona ya demasiado la imagen de los políticos progres.
Palma está gastando mucho dinero de los contribuyentes borrando pintadas vandálicas sin dar abasto, cuando lo que debió hacer el ayuntamiento en el minuto 1 en que detectó esta plaga era haber aprobado el régimen sancionador más duro posible y haber puesto en guardia a todas las unidades de la policía local para reprimir estos hechos y todo aquello asociado a estas mafias juveniles. Y, sin embargo, hemos pasado años en los que incluso algunos políticos municipales simpatizaban sin pudor alguno con estos cafres.
Los últimos episodios de esta chusma culminan con la brillante operación policial de ayer contra el grupo denominado El Caserío 24/7. Esperemos que, al menos en el partido socialista, sepan darse cuenta de que la explosión de violencia sin precedentes que vive nuestra ciudad es, en gran parte, consecuencia de sus errores e indolencia.
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