Estos días, por unas cosas o por otras, a muchos de nosotros no nos está resultando del todo fácil poder conciliar el sueño. Y cuando por fin lo conseguimos, a veces soñamos unas cosas muy raras. O al menos así me pasó a mí este sábado. En mi sueño nocturno de hace dos días, iba paseando yo solo por una calle del casco antiguo de Palma, situada a unos cinco kilómetros de donde vivo. El inicio del sueño era prometedor, pues desde que se inició la actual cuarentena no me había desplazado hasta ahora tan lejos de casa ni despierto, ni aconsejado, ni dormido.
En ese mismo sueño, en un momento dado me giraba hacia la derecha y veía en la entrada de una finca a Michael Caine pintando de blanco la pared del vestíbulo de acceso. Tras reconocerle, pensaba: «¡Qué pena que un actor tan extraordinario tenga, a su edad, que realizar labores de mantenimiento para subsistir!». Pero luego me giraba a la izquierda y veía que un equipo de rodaje estaba filmando al reconocido intérprete británico. «¡Menos mal, está participando en una película!», suspiré con innegable alivio, al mismo tiempo que me preguntaba qué estaba haciendo yo allí. Sin embargo, no encontraba ninguna respuesta coherente, lo cual hacía ese sueño aún mucho más extraño.
El director de la película gritó el preceptivo «¡corten!» y el rodaje se paró durante unos minutos. Justo en ese instante apareció paseando también por el lugar Robert Redford, que como no participaba en la película debía de estar pasando unos días de vacaciones en Mallorca. Redford iba acompañado por un niño de unos diez años, que al parecer era hijo suyo. En el contexto de la surrealista lógica de mi sueño, debía de ser su primer paseo juntos desde el 14 de marzo. Como era de esperar, Redford y Caine se pusieron a charlar amigablemente. En ese momento, aún dormido, me acordé de que soy periodista y pregunté a un jefe de prensa si podía entrevistar a Caine. Me dijo que sí.
Empecé a preparar entonces mi cuestionario de preguntas, pero justo cuando iba a comenzar la entrevista, me desperté. Ese volver de golpe a la realidad en el momento seguramente más inoportuno me ha ocurrido en muchos otros sueños, sobre todo en aquellos en que, muy esporádicamente, han aparecido amantes apasionadas totalmente locas por mí. Por razones que desconozco, siempre me despierto justo antes de que se inicien los instantes de mayor entrega y pasión. Y cuando intento dormirme lo más rápidamente posible para intentar recuperar esos momentos, ya nunca me es posible. Este sábado me ocurrió de nuevo así, aunque no en ese mismo sentido romántico, claro.