Ha llegado el año nuevo y con él una reforma en la Atención Primaria del Ib-Salut que la mayoría ha rechazado, hasta el punto de que casi 600 firmantes afectados le han dejado claro a la consellera Carmen Castro y el director general Juan José Bestard, que éste ni era el modelo ni el camino a seguir.
Pero como viene siendo habitual desde que los nuevos responsables de la sanidad balear tomasen posesión de su cargo, las firmas no han servido para nada, ni los comunicados, ni el rechazo expreso, porque el cambio se ha puesto en marcha a imagen y semejanza de las lentejas, que si quieres las comes y si no las dejas.
El nuevo modelo no ha sido objeto de negociación, sino que se ha aplicado de forma unilateral, de tal manera que ninguno de sus aspectos ha sido pactado, propuesto, acordado, aceptado por los afectados y sus representantes sino que son fruto única y exclusivamente de la voluntad de los actuales responsables de Ib-Salut y Atención Primaria.
Y mientras tanto, cada vez son más los que denuncian que con esta reforma lo único que se ha hecho ha sido desintegrar el primer nivel asistencial, que ha quedado supeditado a los hospitales. Y todo ello, sin la más mínima negociación, algo que, parece ser, es lo que nos espera durante toda la legislatura.