En una escalada sin precedentes, Estados Unidos ha lanzado un ataque esta pasada madrugada del domingo 22 de junio, contra tres instalaciones nucleares clave en Irán: Fordow, Natanz y Esfahan. La ofensiva, llevada a cabo con bombarderos B‑2 invisibles y misiles Tomahawk lanzados desde submarinos, ha supuesto el empleo del potente GBU‑57 “bunker buster” para penetrar estructuras fuertemente protegidas.
En un mensaje a la nación, el presidente Donald Trump ha calificado la operación de “espectacular éxito militar” y ha anunciado que las “instalaciones nucleares clave han sido completamente y totalmente destruidas”. Según él, todos los aparatos regresaron de forma segura y las bombas cumplieron su objetivo: neutralizar la capacidad de enriquecimiento iraní.
Las bases de Fordow, Natanz e Isfahán, ubicadas a decenas o cientos de metros bajo tierra, habrían sido alcanzadas con éxito, según las fuentes oficiales estadounidenses. Irán, por su parte, admite el ataque, pero niega daños irreparables y descarta paralizar su programa nuclear.
El ataque estadounidense tiene lugar tras una semana de duro enfrentamiento entre Israel e Irán, que comenzó el pasado 13 de junio, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) lanzaron una operación en suelo iraní para neutralizar las capacidades de enriquecimiento de uranio de la república islámica. Durante aquel ataque fueron asesinados seis científicos nucleares y mandos principales de la Guardia Revolucionaria de Irán.
Israel ha celebrado públicamente la acción bélica de su principal aliado militar y económico. Su primer ministro Benjamin Netanyahu calificó de “histórica” la coordinación con Estados Unidos y aseguró que “el mundo ha visto el poder estadounidense”.
Irán, por su parte, ha reaccionado con condenas vehementes. El ministro de Exteriores Abbas Araghchi ha denunciado a través de la red social X lo que considera una violación de la Carta de Naciones Unidas y ha advertido que “Irán se reserva todas las opciones para defender su soberanía, sus intereses y su pueblo”.
Además, la Agencia Atómica de Irán insiste en que “no hay contaminación y seguimos adelante con nuestro programa nuclear”.
Muchos republicanos respaldaron la medida como una acción decidida contra una amenaza nuclear. El senador Lindsey Graham la calificó como “la decisión correcta”. Sin embargo, un buen número de demócratas y figuras conservadoras criticaron la iniciativa por saltarse el Congreso. Alexandria Ocasio-Cortez la calificó de “grave violación de la Constitución y de los poderes de guerra del Congreso”.
El senador Bernie Sanders tildó la acción militar ordenada por Trump de “totalmente inconstitucional” e insistió: “Todos ustedes saben que la única entidad que puede llevar a este país a la guerra es el Congreso de los Estados Unidos. El presidente no tiene ese derecho”.
Estados Unidos ha redibujado esta pasada noche los límites de su intervención militar y diplomática en Oriente Medio. Ha sido un golpe contundente, pero las consecuencias inmediatas y futuras —políticas, económicas y humanas— son impredecibles.
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