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El declive del carlismo en Mallorca

Un hecho histórico todavía poco conocido, pero hoy ya muy bien documentado, es que relevantes nobles mallorquines tuvieron un peso destacado en el carlismo español, sobre todo en el último tercio del siglo XIX. Esa significación política y social isleña iría menguando poco a poco de manera progresiva a lo largo del pasado siglo, hasta llegar al momento presente, con la práctica desaparición del carlismo en Mallorca.

"El carlismo suele ser considerado como un movimiento monárquico absolutista y contrarrevolucionario que se enfrentó al liberalismo en el siglo XIX, y a la democracia burguesa y partitocrática en el siglo XX", explican Josep Miralles Climent y Manuel Martorell Pérez en su artículo El concepto de democracia en el carlismo, un trabajo cuyo marco específico de referencia es el conjunto de España. Cabe recordar, en ese sentido, que el lema originario del carlismo era "Dios, Patria, Rey".

En el mencionado artículo, Miralles Climent y Martorell Pérez defienden que, en cualquier caso, seguramente sería bueno "matizar" aquella percepción negativa que aún hoy se tiene del carlismo, pues a su juicio fue un movimiento bastante más complejo de lo que a menudo se suele creer. Así, desde principios del siglo XX, el carlismo "se manifestó a favor de un tipo de democracia participativa", y luego, tras su apoyo al bando nacional en la Guerra Civil, el sector mayoritario del carlismo "se enfrentó a la dictadura franquista" y acabó participando con el resto de la oposición en "la implantación de una democracia formal".

Por lo que respecta a Baleares en general y a Mallorca en particular, la mayor experta en el carlismo isleño es, sin duda, la historiadora Marta Gutiérrez Balzátegui, como puede constatarse no sólo en su libro La gran victoria del carlismo en Baleares: las elecciones de 1871, sino también en los distintos ensayos y trabajos que ha escrito sobre la materia. En una reciente conferencia suya, Carlistas y liberales, incidía también en la idea de que todavía ahora se tiene una visión "sesgada" y "muy parcial" de lo que "el carlismo realmente representaba y a quiénes representaba, esto es, a una gran parte de la población que fueron también hijos de su tiempo".

"Lo que sí es cierto es que la causa carlista ahondó de forma muy profunda en la sociedad mallorquina y que fruto de este apasionamiento, tan típico del romanticismo español, permitió aflorar y convertir a la prensa carlista mallorquina de la época en altavoz mediático de las transformaciones que la propia sociedad estaba viviendo", apostillaba Gutiérrez Balzátegui, quien además recordaba que hubo cinco periódicos carlistas en Mallorca entre 1868 y 1874, que fueron los años "más activos y dinámicos de la historia del carlismo mallorquín". Ese periodo concreto de la historia de España es conocido como el Sexenio Democrático o Revolucionario.

UN SIGLO CONVULSO

A todo ello habría que añadir que, según esta misma historiadora, "es un hecho irrefutable que dentro del carlismo los personajes mallorquines tuvieron una gran importancia durante todo el siglo XIX". De hecho, "siempre aparecerán títulos y apellidos mallorquines alrededor de los reyes carlistas", que provendrán esencialmente de la nobleza y la aristocracia isleña. Entre esos apellidos se encuentran Sureda, San Simón, Zaforteza, Gual de Torrella, Villalonga, Dameto o Morell.

En sentido estricto, en España nunca llegó a haber ningún rey carlista, sino sólo sucesivos pretendientes al trono. El primero de ellos fue Carlos María Isidro de Borbón, hermano del rey Fernando VII. Tras la muerte de este monarca, en septiembre de 1833, Isabel II fue proclamada reina bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, mientras que al mismo tiempo Carlos María Isidro reivindicaba lo que consideraba sus derechos dinásticos. La situación de confrontación entre estas dos ramas de los Borbones derivó poco después en el inicio de la denominada primera guerra carlista, que de facto fue nuestra primera guerra civil.

Dicho conflicto armado se desarrolló entre 1833 y 1840, con diversos frentes, en concreto, en las Provincias Vascongadas, Navarra, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Cataluña, Valencia y Aragón. Además, tuvo también una incidencia directa, aunque muy puntual, en Mallorca, sólo en el municipio de Manacor, con la denominada "Sa Llorençada", un levantamiento carlista que se inició el 9 de agosto de 1835 y que fue sofocado dos días después. "Un alzamiento aislado y sin apoyo de otros pueblos estaba abocado al fracaso", escribió la historiadora Catalina Cañellas Carbonell en su trabajo L'aixecament de 1835 com a fenomen contrarevolucionari.

La primera guerra carlista concluyó con la victoria de los partidarios de Isabel II, que eran personas de ideología liberal en su mayor parte. Unos años después, hubo la denominada segunda guerra carlista —no considerada como tal por algunos historiadores—, que se desarrolló entre 1846 y 1849, esencialmente en Cataluña. Este enfrentamiento tuvo su origen en las discrepancias surgidas entre los leales a Isabel II y los leales al nuevo pretendiente carlista, que en aquel momento era Carlos Luis de Borbón y Braganza. En este caso, los carlistas serían derrotados nuevamente.

Con posterioridad, tendría lugar la denominada "Ortegada", un fallido levantamiento carlista liderado a principios de 1860 por el entonces capitán general de Baleares, Jaime Ortega y Olleta, que apoyaba a Carlos Luis de Borbón. La expedición militar comandada por el general Ortega y compuesta por unos 3.000 soldados partió de Mallorca el 1 de abril de aquel año y desembarcó cerca de San Carlos de la Rápita, en Tarragona. Sin embargo, la falta de más apoyos provocó que esta misión finalmente fracasase. El general sería detenido cinco días después y fusilado el 18 de abril, tras haber sido condenado a muerte en un consejo de guerra.

DERROTA Y EXILIO

La denominada tercera guerra carlista fue una nueva guerra civil, que tuvo lugar entre 1872 y 1876, de nuevo en varias regiones de España, aunque no en Baleares. Por una parte, se encontraban los partidarios del pretendiente tradicionalista Carlos de Borbón y Austria-Este, y, por otra parte y de manera sucesiva, los partidarios de Amadeo I, de la Primera República y de Alfonso XII. En este caso, el desencadenante de dicho conflicto bélico fue más complejo que en las dos guerras carlistas anteriores, ya que confluyeron no sólo las discrepancias sobre quién debía acceder al trono de España, sino también la realidad de unos años muy convulsos y cambiantes en la política nacional.

Tras la derrota de Carlos de Borbón en 1876, le acompañarían en su exilio por Europa varios nobles mallorquines, como los marqueses de la Romana —Pedro Caro y Álvarez de Toledo y su esposa, Elisabeth Széchényi— o Juan Dameto. Por otro lado, tal como recuerda asimismo la historiadora Gutiérrez Balzátegui, cabe recalcar también que a lo largo de aquellas décadas tan convulsas del siglo XIX español se enviaron desde Mallorca "hombres y dinero destinados a financiar y a ayudar" a la causa carlista.

Con anterioridad al inicio de la tercera guerra carlista, los carlistas se habían presentado en las elecciones a Cortes celebradas en 1871 bajo la denominación de Comunión Católico-Monárquica, logrando con la candidatura de Cándido Nocedal ser el tercer partido más votado, con 51 representantes sobre un total de 391 escaños. Aquel fue igualmente el mejor momento del carlismo en Baleares, ya que en los citados comicios resultaron elegidos cinco carlistas provenientes de nuestra comunidad. En concreto, fueron Manuel Sureda, Gregorio San Simón, Adolfo Rotten Guzmán, Guillermo Verd Reura y José Quint-Zaforteza.

En los comicios celebrados un año después, en 1872, los carlistas consiguieron 38 escaños, un resultado que estaba por debajo de lo esperado y que ellos atribuyeron al fraude electoral promovido por el entonces presidente del Gobierno, el liberal Práxedes Mateo Sagasta, para seguir en el poder. Ese "pucherazo" acabaría acelerando, según diversos historiadores, el inicio de la tercera y ya última guerra carlista.

UN NUEVO CAMINO

Durante el periodo político conocido como la Restauración, que abarca desde 1874 hasta 1931, los carlistas continuaron presentándose a las sucesivas elecciones generales, pero con unos resultados en general ya bastante discretos, como pudo constatarse también en el caso de los candidatos inscritos por Baleares. De hecho, a finales del siglo XIX ya sólo hubo dos diputados carlistas isleños más en las Cortes, Fausto Gual de Torrella en 1893 y F. Villalonga en 1898. Paralelamente, a lo largo de aquellas casi seis décadas se fueron sucediendo los distintos aspirantes carlistas que soñaban con llegar a reinar algún día en España.

Ese sueño se desvaneció, al menos provisionalmente, con la llegada de la Segunda República el 14 de abril de 1931. Aun así, los carlistas optaron entonces por intentar seguir en primera línea política. Su primera prueba en ese sentido llegó en las elecciones constituyentes de aquel año, en que obtuvieron apenas cuatro diputados —bajo la denominación de Comunión Tradicionalista— en el Congreso, sobre un total de 470 escaños. Sin embargo, en los comicios generales celebrados dos años después, en 1933, lograron un resultado muy meritorio, con 20 representantes sobre un total de 473 escaños, siendo la sexta formación más votada en el conjunto de España.

Finalmente, en las elecciones generales de febrero de 1936, ya muy polarizadas, Comunión Tradicionalista conseguiría sólo 11 diputados. Cabe recordar que en ninguna de esas tres convocatorias electorales llegó a haber representación parlamentaria carlista de Baleares en las Cortes. Por lo que respecta al golpe de Estado del 18 de julio de 1936, es bien sabido que contó con el apoyo de los carlistas, cuyos soldados voluntarios eran conocidos como "requetés".

Según documenta el historiador Antoni Ignasi Alomar en su libro Els civils del cop d'Estat del 1936 a Palma, la formación carlista fue la segunda que más personas aportó al Alzamiento en la capital balear, con un porcentaje del 23 por cien sobre el total de participantes, quedando sólo por detrás de Falange, que aportó un 32 por cien. Aun así, y a nivel ya de toda España, también es cierto que ya en el transcurso de la Guerra Civil los tradicionalistas más moderados cuestionaron y criticaron algunas de las decisiones políticas adoptadas por los sublevados en los primeros meses de la contienda.

REGIONALISMO Y FEDERALISMO

Con posterioridad, durante la dictadura franquista, la mayor parte de los carlistas fueron decantándose de manera progresiva hacia posiciones democráticas, lo que supuso que fueran denostados e incluso represaliados por el anterior régimen. En ese sentido, el citado Antoni Ignasi Alomar explica también en el mencionado libro que poco después del inicio de la posguerra, en concreto el 9 de abril de 1940, aparecieron en algunas parroquias de Palma pintadas hechas por carlistas con el siguiente lema: "Dios, Patria, Rey. Muera Franco".

El camino de una paulatina oposición al entonces jefe del Estado, Francisco Franco, por parte de los carlistas fue iniciado por el pretendiente al trono Javier de Borbón-Parma y continuado por su hijo, Carlos Hugo de Borbón-Parma. Este último sería expulsado de España por Franco en 1968 y ya a principios de los años setenta llegaría a defender postulados socialdemócratas y federalistas.

De hecho, en Baleares el trabajo de los carlistas en favor de la democracia llegaría a ser reconocido incluso por el PSM, en concreto en los comicios preautonómicos del 3 de abril de 1979. Tal como explica el historiador Antoni Marimon, la entonces incipiente formación nacionalista mallorquina agradeció públicamente el apoyo que había recibido de diversos grupos de carlistas. "Es una prueba evidente del viraje hacia el federalismo y el socialismo autogestionario del carlismo", afirma Marimon.

Este experto también señala que incluso ya mucho antes, a principios del siglo XX, el carlismo defendía, en mayor o menor medida, "el regionalismo, los antiguos fueros y las lenguas no castellanas". Ello ayuda a entender mejor el arraigo tan especial que el carlismo tuvo desde sus inicios en el País Vasco, Navarra o Cataluña. En el caso de Baleares, la historiadora isleña Isabel Peñarrubia habla con detalle sobre esta cuestión en Els partits polítics davant el caciquisme i la qüestió nacional a Mallorca (1917-1923), reconociendo que en el caso de los tradicionalistas de Palma la expresión de ese constatable sentimiento regionalista estaba hace un siglo ya muy elaborada teóricamente.

LA INTRAHISTORIA RECIENTE

El mencionado giro ideológico que promovió Carlos Hugo en los años setenta hacia posiciones de centroizquierda provocó tensiones internas, abandonos y escisiones en el propio movimiento carlista, unas disensiones que se mantuvieron con la llegada de la democracia. Todo ello explicaría, al menos en parte, el paulatino declive del Partido Carlista en el conjunto de España, que se acentuaría cuando en 1980 Carlos Hugo decidió desvincularse de la actividad política y trasladarse a Estados Unidos, en donde llegó a ser profesor en la prestigiosa Universidad de Harvard. Este hecho, poco conocido, es recordado para mallorcadiario.com por un historiador mallorquín que cuenta en su familia con simpatizantes carlistas.

"Provengo de una familia carlista, traté personalmente a Carlos Hugo y además acudí a algunas de las celebraciones que cada año hacían los carlistas en Montejurra", explica. Asimismo, corrobora que Carlos Hugo visitaba España con una cierta regularidad y que por ejemplo vino también a Mallorca para asistir al funeral del destacado carlista José María Biarnés, que falleció hace algo más de una década. "El giro hacia el socialismo autogestionario que promovió Carlos Hugo en los años setenta no fue entendido por muchos carlistas, que en su mayoría seguían siendo de ideología conservadora", prosigue el mencionado historiador.

Tras la reinstauración de la monarquía y de la democracia en España, El Partido Carlista no pudo presentarse aún en las elecciones constituyentes del 15 de junio de 1977, pero sí en los comicios generales del 1 de marzo de 1979, en donde no obtuvo ningún diputado. Ese mal resultado electoral y la progresiva desaparición de las principales figuras del carlismo aceleró el ocaso de este movimiento en casi toda España.

"La última sede que tuvo el partido en Palma se encontraba en la barriada de La Lonja y se denominaba Círculo Cultural Vázquez de Mella", rememora nuestro interlocutor, que añade que cerró sus puertas de manera definitiva a principios de los años noventa. "Era sobre todo un lugar de reunión", especifica. Ya en aquel momento quedaban muy pocos carlistas en Mallorca, la mayoría de ellos de avanzada edad, circunstancia que explicaría la extrema dificultad que existe hoy en la isla para poder encontrar testimonios directos de antiguos militantes o simpatizantes carlistas.

UN FUTURO INCIERTO

Así lo corrobora a este digital un reconocido profesor de Derecho de la UIB, que llegó a conocer personalmente a destacados carlistas isleños como Xim Gual de Torrella, Toni Blanes o el ya citado José María Biarnés. "Hoy ya no quedan prácticamente carlistas en Baleares, en buena medida porque sus figuras más relevantes han ido falleciendo en estas últimas décadas", afirma.

"Recuerdo que cuando yo era joven, mi profesor Toni Blanes nos invitaba a mí y a mis compañeros de curso a la primera sede que tuvo el Partido Carlista, ubicada en la Plaça de Cort, para que desde el balcón pudiéramos ver celebraciones como la Festa de l'Estendard", indica. Por último, recuerda que a pesar de la delicada situación que vive el carlismo no sólo en Mallorca, sino también en el resto de España, este movimiento sigue hoy adelante, con el apoyo simbólico del príncipe neerlandés Carlos Javier de Borbón-Parma, hijo de Carlos Hugo.

"Mi padre, Carlos Hugo, hubiese sido un buen Rey para todos los españoles. Por ello, soy muy consciente de mis 'deberes', que no 'derechos', y en este sentido, he actuado desde el año 2010 —fecha en que falleció Carlos Hugo— acompañando al Pueblo Carlista y trabajando coordinadamente con él para seguir proponiendo alternativas a los desafíos que presentan actualmente nuestras Españas", escribió Carlos Javier hace tres años, en noviembre de 2020.

Ya nunca llegaremos a saber cómo habría sido la historia de "nuestras Españas" en caso de que hubieran llegado a contar en alguna ocasión con un rey carlista. Tal vez, esa historia no habría sido muy diferente a la vivida a lo largo de los dos últimos siglos por varias generaciones de compatriotas. En la actualidad, el Partido Carlista tiene sólo ya una presencia meramente testimonial en el Estado español —no concurrió, por ejemplo, a las últimas elecciones autonómicas ni a las legislativas—, pero sigue activo. Su lema actual es "Defendiendo las Libertades desde 1833", un lema que, seguramente, habrían hecho también suyo los últimos carlistas de Mallorca.

Josep Maria Aguiló

Nacido en Palma en 1963. Licenciado en Filosofía por la UIB. Periodista y escritor. Mi último libro publicado es 'El retorno de los duendes'. Además de redactor en mallorca diario.com, colaboro también en Última Hora y El Debate.

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