Hubo un tiempo en que el socialismo predicaba IGUALDAD. Se trataba de una igualdad fácil de entender pues se limitaba a considerar que había que potenciar al máximo la situación de los menos favorecidos. Más tarde la socialdemocracia llegó a entender que, en los mercados libres, la situación de los pobres es claramente mejor que en las economías intervenidas desde el poder político. Este último punto de vista facilitó que se entendieran con sus adversarios de la liberales y conservadores, permitiendo que las sociedades alcanzaran cotas de prosperidad inimaginables desde una perspectiva histórica. Durante ese tiempo predominó la cultura del consenso y la lealtad institucional.
Tal vez por ese mismo éxito (o tal vez no), en lo que llevamos de nuevo siglo, el socialismo ha transformado aquellas viejas concepciones en la nueva IGUALDAD ASIMÉTRICA. El proceso comenzó rebuscando identidades de colectivos para contraponer a la clásica libertad individual liberal. El objetivo parecía ser justificar un mayor dirigismo social a través del control del Estado.
De esta forma, aparece el colectivo de las mujeres contrapuesto al de los varones, el de los LGTB contrapuesto a los heterosexuales, el de las minorías raciales contrapuesto a los blancos caucásicos, o de los indigenismos frente al eurocentrismo, entre otros. Así, en el caso concreto de España, el socialismo se unió a los nacionalismos identitarios más radicales y divisionarios para contraponerlos a la mismísima historia común.
De esta forma, el concepto de igualdad ante la ley, poco a poco, va siendo sustituido por el de la discriminación positiva de los supuestamente oprimidos. Desmontando paulatinamente todos los principios y consensos democráticos alcanzados a lo largo de los dos largos últimos siglos. Tristemente, una buena parte de los conservadores, y también algunos liberales, se han sentido seducidos por este tipo de ideas. Por ello aceptaron las asimétricas leyes de violencia de género, las de memoria histórica, las idiomáticas que consideran que consideran que el español no es un idioma propio de algunas regiones, o que el cupo vasco sea negativo, etc.
Siguiendo esa senda, ahora no es raro que el oportunista Pedro Sánchez plantee un reparto asimétrico de la mutualización de la deuda autonómica o del reparto de inmigrantes. Pues al aceptar que el principio de igualdad es moldeable en función de las condiciones sociales y políticas de los grupos implicados todo es posible. El jerarca siempre puede ajustar los criterios de igualdad a sus intereses.
Ciertamente, en el caso de la mutualización de la deuda autonómica se realiza un oscuro reparto para que los dirigentes catalanes aliados con los socialistas puedan recibir más que el resto. Abriendo el camino hacia una especie de “cupo vasco” que acabe -como aquel- siendo negativo. Esto es, que el resto de españoles pague el precio exigido por los nacionalistas a cambio de continuar siendo España.
De hecho, nítidamente los habitantes de Baleares saldríamos perdiendo con el cambalache, pues nos “condonan” unos 1300 euros autonómicos a cambio de que nuestra deuda, como españoles, se incremente en unos 1700 euros. El trilerismo del socialismo asimétrico no es más que eso, un engaño, por mucho que sesudos economistas de cámara, o a sueldo, e ingenuos columnistas, lo validen. Hace muy bien la presidenta Prohens en no aceptarlo, pues esa es la mejor defensa que puede hacer de sus conciudadanos.
Con el tema de los inmigrantes ocurre otro tanto de lo mismo. Es decir, la asimetría socialista permite un reparto a la carta en función de los intereses de los actuales jerarcas. Por lo que también es una buena noticia conocer las acciones legales implementadas desde el Govern.
En cualquier caso, todo lo anterior me lleva a concluir que tanto los liberales como los conservadores, que pretenden ser la alternativa al gobierno actual, no deberían aceptar ninguno de los marcos mentales ni de los nacionalistas ni de los socialistas asimétricos. De hecho, me inclino a pensar que sí hemos llegado hasta aquí ha sido, precisamente, por la aceptación de algunos de esos marcos. En este sentido, la postura del principal partido de la oposición con respecto a la situación política en Cataluña parece preocupante, pues, con facilidad, los errores se pueden repetir.





