La frase “Dios ha muerto” también conocida como la muerte de Dios, es usualmente atribuida a Friedrich Wilhelm Nietzsche, filósofo (1844-1900), poeta, músico y filólogo alemán, de nacionalidad suiza. Sin embargo, la encontramos antes en una de las obras de Georg Wilhelm Friedrich Hegel publicada en 1807 “Fenomenología del espíritu” e incluso en la última y magna novela del escritor ruso Fiódor Dostoyevski, publicada en 1880 “Los hermanos Karamazov”.
Con la frase “Dios no existe, Marx ha muerto y yo últimamente no me encuentro nada bien”, pasó a la posteridad el estudiante francés que la pintó en una fachada durante las protestas del Mayo del 68 francés (cadena de protestas que se llevaron a cabo en Francia y, especialmente, en París durante los meses de mayo y junio de 1968, protestas iniciadas originalmente por grupos de estudiantiles de izquierda contrarios a la sociedad de consumo, a los que posteriormente se unieron grupos de obreros industriales, los sindicatos y el Partido Comunista Francés. La chispa que prendió el movimiento que hace 40 años sacudió a la sociedad francesa y recorrió otros continentes fue la entrada de la policía en la Sorbona el 3 de mayo de 1968 para desalojar a unos 300 estudiantes, reunidos para protestar contra el cierre de otra universidad, la de Nanterre, en las afueras de París. Era la rebelión contra el orden establecido). Algunos hemos cambiado la frase por “Dios no existe, Marx ha muerto y yo me encuentro francamente mal”.
Una frase similar también fue utilizada por Woody Allen: “no solo Dios no existe, sino que a ver cómo encuentras un fontanero en fin de semana".
En ningún momento la frase “Dios ha muerto” ha significado que se haya conseguido demostrar científicamente la no existencia de Dios. Sino que la idea de Dios ya no sirve para dirigir la vida de la gente. O sea, que la religión ha perdido su papel como elemento central de la sociedad.
Políticos, filósofos y personalidades del establishment, anunciaron a partir del siglo XIX la muerte de Dios y otros, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, pronosticaron el declive de las religiones. Sin embargo estas conservan aún hoy en día un rol importante en la vida de los individuos y sociedades. Y dentro de esta influencia debe mencionarse el desarrollo del Islam y su creciente presencia e influencia en el mundo occidental. En otras palabras, la pronosticada secularización (dependiendo de la definición y alcance que se dé a este término) no ha tenido lugar. ;
Por otra parte, proclamar la muerte de Karl Marx en el siglo XXI no tiene tampoco nada que ver con su muerte física (que se produjo en 1883) sino más bien con la pérdida de fuerza de sus teorías revolucionarias como motor de los cambios sociales.
No es que el marxismo haya perdido su utilidad, ni que la posmodernidad haya podido diluir conceptos como la lucha de clases y que ya no tengan validez y ahora todo esté entremezclado. Aunque, lo más característico de esta crisis del marxismo es que se ha diluido el eje a partir del cual, en el pasado, se podía fijar una derecha y una izquierda sobre una imaginaria línea vertical, hoy ya no se puede.
Con la socialdemocracia aturdida y desnortada en todo el mundo occidental y desde hace décadas; sin un análisis correcto, sin un análisis acertado de la situación socioeconómica actual y futura realizada con calma y sin tomar una decisión minimamente inteligente, basada en planteamientos acertados, renegando abiertamente de los postulados marxistas (si es que alguna vez los hizo suyos) y el resto de la izquierda, que no ha logrado desprenderse de la conmoción que sufrió por la caída del Muro de Berlín, puede decirse que el marxismo revolucionario ha dado paso a un marxismo identitario. Y mientras la teoría marxista sirva únicamente para compartir frases por las redes sociales o pasear símbolos los días señalados, la derecha seguirá llevando la iniciativa revolucionaria.
La llegada de nuevos partidos situados a la izquierda del espectro político, en el caso de España con Podemos, pareció presagiar una nueva esperanza para la izquierda y que de ellos dependería devolver a Marx al lugar de la acción política que le corresponde, un fiasco más que recibe la clase trabajadora en nuestro país. Cuando con el actual retroceso en derechos que estamos viviendo no podemos permitirnos enterrar una de nuestras cabezas más valiosas pues sería entregar la batuta del cambio social a los que llevan siglos jodiéndonos la vida.
Lo que sí es incuestionable es que en los duros tiempos en los que vivimos la ofensiva revolucionaria ha cambiado de bando y ha pasado a manos de la derecha desde que hace ya 40 años, a finales de los años 70 y principios de los 80 tuvo lugar en los países occidentales la revolución neoliberal. ;
“Sed realistas, pedid lo imposible” (Soyez realiste, demandez l’impossible). La historia, como la vida, nunca sucede ni como los que han vivido un momento dado hubieran deseado ni como los demás después desearíamos que hubiera sucedido. Decía uno de los eslóganes de Mayo del 68 que “bajo los adoquines, la playa” (Sous les pavès, la plage). Pero no, no estaba la playa, y si estaba, o aún está, no se han levantado los suficientes adoquines como para llegar hasta ella. Hay que seguir luchando.
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