Hasta aquí hemos llegado

La última semana de julio para los que nos dedicamos al noble arte de la Abogacía es algo así como ver un espejismo en medio de un inmenso arenal; de hecho, comparado con la duración del resto de año, agosto es como un pequeño oasis.

Les estoy escribiendo en el año del Señor de 2021, aunque podría ser fácilmente el 2020, pues, desgraciadamente, se han parecido demasiado estos dos últimos años, para nosotros judiciales.

Seguimos discutiendo, un año después, sobre el Covid, sobre las vacunas y sus efectos secundarios, sobre los botellones y sus contagios y sobre las medidas a adoptar, que parecen contra el ciudadano en lugar de su favor y siguiendo sus mandatos electorales. Parece que desde que se instaló la pandemia entre nosotros poco hemos aprendido. Solo los sanitarios saben lo que tienen que hacer; el resto vivimos en la luna.

La directora de Salud adoptó una medida adecuada: el confinamiento de los menores en viaje de estudios. Pero para ello se revistió del traje de Franco o Pinochet o Castro o Chaves, dictadora al uso de su Presidente, cuya gran activo es dictar órdenes y saltárselas, y, 'manu militari' y sin respeto a los derechos fundamentales de los ciudadanos en cuestión, ordenó cual sheriff su encerramiento sin orden de detención, ni lectura de derechos, en una celda de oro que se encargaron de destrozar. Todo ello, naturalmente, de forma presunta. Para mí no queda mal ella, aunque esté imputada, sino quien de verdad dio la orden y quien avaló jurídicamente la resolución.

Con estas actuaciones lo único que se hace es poner en entredicho el Estado de Derecho; lo utilizamos y nos agarramos a él cuando nos conviene, pero lo rechazamos porque no resulta práctico.

Soy optimista hasta la extenuación, de esos que siempre ven el vaso medio lleno, y les aseguro que cuesta más que nunca que esté medio lleno. El poder ejecutivo resolviendo situaciones de hace 85 años mientras hay españoles que hoy mueren de hambre o no tienen empleo. Empeñado en lograr de qué manera puede endiñarle la culpa de todo lo actual a Franco, a Ayuso o a Casado por no sé qué deslealtades.

Lo importante, dice el Gobierno dela Nación, son los derechos de las personas que forman el colectivo LGTBI, pero no los derechos de los que no lo integramos, y eso que me temo que somos la mayoría de los ciudadanos. Legislar para minorías siempre es sumamente peligroso. Naturalmente que hay que respetar los derechos de las minorías; soy un firme defensor del derecho de igualdad, pero tampoco creo que la solución a esas cuestiones sea la propaganda institucional hasta forzar situaciones absurdas.

El gobierno de la nación debe ser consciente de que gobierna para cuarenta millones de españoles, entre los que hay de todo, y que se pueden clasificar sin ninguna referencia sexual o religiosa, solo como ciudadnos; esa es otra: ¿a qué se debe que un gobierno ateo como el actual fomente solo una de las tres grandes religiones monoteístas, el mahometismo, y persiga, de hecho, el cristianismo y el judaísmo? Si por eso me llaman facha, me da igual.

España, quiera o no quiera el gobierno de la nación, ha bebido y bebe en las fuentes de la religión y cultura católicas, como Italia, Austria, Francia, Polonia y el resto de la vieja centro Europa. Esto es así le guste o no le guste a la Ministro Montero, y el lenguaje inclusivo que usa es una imbecilidad. Siempre han existido dos géneros y demasiado tolerante se está mostrando la mayoría de los ciudadanos cuando ve el nivel de prestaciones sanitarias de los miembros del antedicho colectivo en perjuicio de las personas que no pertenecen al colectivo. No somos ni mejores ni peores, solo ciudadanos con los mismos derechos y, especialmente, con las mismas obligaciones.

Imagino que toda esa cuestión, burlándose de los interesados como hace ese Gobierno, no es más que una cortina de humo para que la ciudadanía no vea la triste realidad que vivimos, lo arruinado que está el país, con una deuda pública que ni siquiera sabemos escribir y que no sabemos quién pagará. Mientras hablemos de otras cosas no hablaremos del gobierno.

¿Saben? Creo que somos un pueblo de difícil solución. El hecho de que el 'premier in pectore' Casado nos aleccionase sobre lo que hablamos en este pequeño país no pudo ser más desalentador. Este melón ya lo abrió ese señor que nos parece tan lejano en la distancia y el tiempo, Bauzá, y ya saben cómo le fue. Puede ser tan absurdo el proceso que no me extrañaría verlo de nuevo en el PP. Al tiempo...

Les decía que los ciudadanos de aquí echamos a Bauzá por este tema. Sabemos lo que hablamos y no necesitamos que un señor de Soria nos lo diga. Aunque los asistentes le aclamasen, los votantes arrugamos el hocico cuando oímos ese argumentario rancio y, para muchos, superado. Espero que la señora Prohens no recoja esa bandera, pues si lo hace le auguro un fracaso en las próximas autonómicas. El problema no es de no decirlo, sino de creer o no creer lo que dijo Casado de la lengua de aquí, y yo no le creo.

Si mi editor no me lo impide, o cualquier otra causa mayor, espero estar puntualmente aquí el primer martes de septiembre, moreno, más delgado, con ideas rejuvenecidas y un poquito más navegado y leído, que viajar este año tampoco toca. Disfruten del ferragosto.

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