El otoño en Mallorca tiene aroma a masa frita, azúcar y tradición. Cuando llega octubre y se acerca el Día de las Vírgenes, la isla se transforma: las plazas se llenan de risas, el aire huele a anís y los buñuelos se convierten en protagonistas de cada merienda. Este dulce humilde, redondo y tierno, ha sobrevivido al paso del tiempo y a las modas, manteniendo su esencia más auténtica.
En esta guía, recorremos algunos de los mejores locales para comprar buñuelos en Mallorca, desde los hornos históricos de Palma hasta los puestos callejeros donde las manos expertas trabajan sin descanso. Una ruta para descubrir no solo el sabor, sino también la historia y el alma de una costumbre muy mallorquina.
EL SABOR DE UNA TRADICIÓN
No hay buñuelo sin paciencia. La mezcla de harina, patata, agua y levadura necesita reposar el tiempo justo antes de tocar el aceite caliente. En ese instante, la magia sucede: se hincha, se dora y desprende ese olor inconfundible que anuncia fiesta. Durante el otoño, especialmente en la semana del 21 de octubre (Día de las Vírgenes), los mallorquines salen en busca de los mejores, fieles a una tradición que combina gastronomía, nostalgia y familia.
Los buñuelos no son solo un dulce, son una cita con la memoria.
LOS MEJORES LOCALES PARA COMPRAR BUÑUELOS EN MALLORCA
Bunyols Cati, Palma
En el corazón de Santa Catalina, Bunyols Cati es un icono. Abre solo durante la temporada, entre septiembre y noviembre, y siempre hay cola. Su secreto está en la receta: simple, honesta y sin adornos. Aquí los buñuelos son como los de antaño, fritos con mimo, crujientes por fuera y tiernos por dentro. Consejo: acércate temprano, porque cuando se acaban… se acaban.
Bunyols Ses Cadenes, Playa de Palma
En la zona del Arenal, este pequeño puesto familiar lleva años defendiendo el oficio de freír buñuelos al momento. Son conocidos por su textura ligera y su sabor ligeramente anisado. Si pasas por allí al atardecer, verás cómo los vecinos hacen cola con la bolsa de papel aún caliente. Ideal para comerlos en la playa, con el mar de fondo y el azúcar en los dedos.
Forn i Pastisseria Reina María Cristina, Palma
Más que una pastelería, es un templo para los amantes del dulce. Aquí los buñuelos se elevan a categoría gourmet: rellenos de crema, trufa o nata, perfectos para quien busca una versión más refinada. El local conserva su encanto clásico, con vitrinas llenas y aroma a horno recién abierto. Cada bocado es una mezcla entre lo tradicional y lo moderno, una reinterpretación que respeta la esencia sin renunciar a la innovación.
Forn Sant Francesc, Inca
En el corazón de la isla, este horno artesano ha sabido modernizar la receta. En sus bandejas conviven los buñuelos clásicos con versiones rellenas de Oreo o Kinder Bueno, un guiño a los paladares más jóvenes. Su masa ligera y su presentación cuidada lo convierten en parada obligada para quien quiera un dulce diferente. Además, es el lugar perfecto para llevarte un recuerdo comestible de Inca.
Ensaïmades Ángel, Palma
Aunque su fama proviene de las ensaimadas, también ofrecen buñuelos recién hechos durante la temporada otoñal. La calidad del producto es impecable y su clientela fiel lo sabe bien. El ambiente es bullicioso, el olor irresistible, y el trato amable. Una opción perfecta para combinar buñuelos y ensaimadas, los dos grandes clásicos de la repostería mallorquina.
EL MOMENTO PERFECTO PARA DISFRUTARLOS
El secreto está en comerlos recién hechos. Los buñuelos pierden su encanto si se enfrían, así que lo mejor es disfrutarlos al instante, todavía calientes, acompañados de una taza de chocolate o un vino dulce. Son ideales para las tardes frescas de octubre, cuando la isla se desacelera y la vida parece recuperar su ritmo natural.
Más allá del sabor, hay algo emocional en este ritual. Los buñuelos representan esa Mallorca familiar, de barrio, donde las abuelas enseñan a los nietos a dar forma a la masa, y donde cada año se repite el mismo gesto: freír, azucarar, compartir.
MALLORCA, ENTRE EL AROMA Y LA MEMORIA
La ruta del buñuelo es también una forma de viajar por la isla. Desde las callejuelas del casco antiguo de Palma hasta los pueblos del interior, cada lugar tiene su estilo, su truco, su toque personal. Pero en todos ellos se mantiene el mismo espíritu: mantener viva una tradición que huele a hogar, a infancia y a otoño.
Así que este año, cuando el aire empiece a enfriar y los escaparates se llenen de buñuelos, déjate llevar por el olor y sigue el rastro del azúcar. En Mallorca, pocas cosas unen tanto como un buen buñuelo recién frito.
Los buñuelos son más que un dulce: son una celebración del tiempo, la familia y la tradición. Y aunque cada horno tenga su receta, el resultado final siempre es el mismo: una sonrisa cubierta de azúcar y el placer de saborear un pedazo de historia mallorquina.











