No crean que el protagonismo de Maheta Molango es tan bueno como se dice. En primer lugar conviene distinguir entre el consejero delegado, que en este caso ejerce además de representante de la propiedad, y el director deportivo, cuyas funciones ha asumido aunque siga haciendo el paripé ante Miguel Angel Nadal. Su papel guarda un cierto paralelismo con el que en su día desempeñó Mateu Alemany, con la diferencia de que Antonio Asensio residía en Madrid y Robert Sarver vive en América.
El andritxol tuvo siempre mucho cuidado con quemarse públicamente. Siempre conservó las distancias en relación a los peñistas y los medios de comunicación, calculando las apariciones justas en los momentos oportunos. Lo mismo aplicó respecto al vestuario. Se dejaba ver en no pocos entrenamientos, si, pero no se dirigía a los jugadores diaria y caprichosamente salvo cuando el equipo necesitaba saber el ojo del amo estaba allí como estímulo más que para recriminar su actuación. Ni que decir tiene que jamás se acercó a las redes sociales, ni hizo de ellas su púlpito. Y, si repasamos la lista, no hay presidente alguno que entienda necesaria su intervención que, en el peor de los casos, puede terminar en injerencia.
La opinión que me estoy formando del suizo me resulta contradictoria. Con una capacidad de trabajo evidente, no discute horas ni días. Se ha entregado totalmente a su trabajo, pero ha fallado en una cosa: no pugnar por la contratación de un centrocampista que el equipo echa de menos como el maná del desierto. Hemos encerrado su inicial comportamiento en el palco dentro del baúl de los recuerdos, aquel de Karina, pero como contrapartida todavía esperamos sus decisiones en otras áreas del club en las que algunos virus siguen campando a sus anchas. De ahí que el fiel de su balanza no se incline aún hacia el lado positivo, si bien tampoco cae del negativo.
