El virus nacionalista en la enseñanza

Baleares ha vuelto a obtener unos resultados mediocres en el informe PISA, y muy preocupantes, un año más, en fracaso y abandono escolar. Habría que preguntarse a qué se debe que una región que lo tiene todo, personal, presupuesto e infraestructuras, para estar a la cabeza de la clasificación saque estos resultados año tras año y los gobiernos no le pongan solución. La respuesta es sencilla: El sistema educativo balear está a la cola principalmente porque su principal función no es enseñar, sino adoctrinar. Adoctrinar en el nacionalismo pancatalanista como uno de los pilares de su pretendida ingeniería social.

Los docentes que dirigen la enseñanza en los despachos de la consejería de educación y en los claustros de los centros educativos, y que a través del miedo nacionalista coartan a esos otros docentes disconformes con el actual sistema, son los mismos que se niegan a evaluarse a sí mismos y a realizar pruebas a los alumnos para saber dónde están fallando. No les interesa que el sistema cambie. Se regocijan en su fracaso. Lo importante para ellos es experimentar con nuestros hijos, no que aprendan.

Los lamentables resultados están íntimamente ligados a esa aberrante vulneración de derechos que supone el hecho de que un porcentaje altísimo de los estudiantes no están escolarizados en su lengua materna como recomiendan todos los órganos pedagógicos internacionales. La inmersión lingüística obligatoria en catalán es, por supuesto, la parte fundamental del adoctrinamiento que inocula desde la infancia la visión de España como ente maltratador e invasor, merecedor de odio, al mismo tiempo que se lamina la rica identidad cultural balear y se prescinde del conocimiento.

El daño que está causando el nacionalismo es tremendo. Los malos resultados educativos se trasladarán a otros ámbitos de la sociedad (en algunos sectores ya está sucediendo) como el cultural, el empresarial o el turístico. Y lo peor de todo es que las víctimas son los niños de hoy. Los adultos de mañana.

Miles de denuncias por adoctrinamiento catalanista en las aulas se han amontonado durante los últimos años en la administración educativa autonómica. El resultado de las reclamaciones es conocido: Sólo un 20%, aproximadamente, progresan. La propia administración pública educativa, sus órganos de dirección y gestión, están infectados por el virus nacionalista. La podredumbre intelectual, cultural y moral en el sector educativo, y en el político, han sido los vectores para que la enfermedad se propagara hasta llegar al nivel del fracaso actual. Urge en la próxima legislatura aplicar una cura en forma de gobierno con voluntad política para reformar el actual fracasado sistema educativo, que salve a aquellos maestros y profesores que aún resisten ante la enfermedad. Existe el remedio y las personas para llevarlo a cabo, tanto en la política como en la docencia. El futuro nos va en ello.

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