Me encantan los toros

Soy defensora de los animales y me encantan los toros. ¿Le parece una incongruencia? Pues no, si tenemos en cuenta que los que me gustan son aquellos que están vivos, los que corren en libertad, los que no son maltratados ni torturados por pura diversión o, como algunos tarados (sí, tarados) llaman, por ‘tradición o cultura’.

Me encantan los toros, sobre todo su piel de color negro azabache. Esa piel que, para desgracia e incomprensión de muchos, se teñirá de rojo a medida que cuatro primitivos, animados por otros tantos de su misma calaña, le claven lanzas en pleno ruedo o, peor aún, al son de una tradición tan bárbara como cruel: el toro de la Vega.

Me encantan los toros con sus bellos cuernos blancos galopando por la dehesa. Esos mismos cuernos que un grupo de malnacidos quemarán y con ellos el resto del animal, para seguir con la maldita costumbre del toro embolado.

Me encantan los toros. Los que corren en libertad y no persiguiendo a un grupo de borrachos que, vestidos de blanco y rojo, exponen su vida por una tradición absurda que mueve millones de euros cada año.

Me encantan los toros. Cuanto más me gustan menos entiendo que haya quien defienda su tortura. Porque, tanto si les gusta como sino, señores míos, quien defiende las corridas de toros defienden que haya una persona provocando dolor a una animal y, lo peor de todo, por negocio y diversión. Imagino que estas mismas personas habrían disfrutado de lo lindo en los coliseos romanos.

Seguramente más de uno, al leer estas palabras, se sienta ofendido y mientras suena de fondo ‘Cara al sol’ pretenda defender una cultura que tiene como base, lo mire por donde lo mire, el sufrimiento de un ser vivo. De nada me sirve que lo llamen tradición o cultura. Tirar a una cabra del campanario también era una costumbre que, gracias a la cordura de algunos, se abolió. Eso sí, no sin que cuatro bárbaros intentaran defenderla a capa y espada. De nada les sirvió.

Esperemos que con la cordura de otros tantos consigamos acabar con el maltrato de cualquier animal. Quien defienda lo contrario que se lo haga mirar.  No es una cuestión de ser animalista o no, es una cuestión de ser civilizados.

 

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