Cualquier mallorquinista de corazón tiene motivos más que suficientes para estar preocupado. Me refiero a los de verdad, puesto que los que presumen de serlo es precisamente porque carecen sinceramente de dicho sentimiento. Y los tienen porque a los problemas ya conocidos de los malos resultados, la clasificación, la falta de liquidez y el desarraigo social, se suma una fractura muy difícil de soldar y que ha separado claramente al club de sus trabajadores más importantes: los futbolistas. Los lectores del mi “Cristal” saben que he insistido en la incapacidad de Maheta Molango para gestionar un club de fútbol y, en concreto, el Mallorca. Ya amenazó a los jugadores este verano sin siquiera haber empezado la competición y si cree que está en condiciones de ganar una guerra contra ellos para salvar su pellejo, ha cometido el máximo error de su vida.
El resto nos devuelve al guión del misterio. Utz Claassen volvió a meter al club en situación de quiebra lo que, indefectiblemente, comportaba su disolución. Acudió desesperadamente a Javier Tebas quien, sin entrar en otros detalles que algún día se revelarán, le prometió encontrar un comprador. Es entonces cuando aparece Robert Sarver, a quien no quisieron vender ni el Glasgow Rangers, ni el Levante, ni el Getafe, y el alemán se entrega incondicionalmente. Pero los despropósitos no terminan en aquella operación. Los americanos no conocían al consejero delegado del club ni en foto y fue el presidente de la Liga de Fútbol Profesional quien recomendó su contratación. Molango no es un hombre de Sarver, sino de Tebas. Importante detalle.
No deja de resultar chocante que quien no tiene de mallorquinista más que el jugoso salario que le asignaron, se erija en adalid de la exigencia a la plantilla a la que, entre otras cosas, impuso un entrenador en el que no creían –por eso Ortuño no quiso volver- y al que sirvió en bandeja tres compañeros que le controlaran el vestuario. Otro error tan infantil y de novato como temerario. Lo verdaderamente extraño, aunque en este club todo lo es, es que quienes han arriesgado su dinero sea por los intereses que sea, sigan sin plantearse un relevo radical al frente de la SAD. Su inversión parece manejada por el enemigo.
