Se veía venir. Estaba cantado. Unos conocidos y desaconsejables compañeros de viaje están de vuelta de la mano del radicalismo. En realidad se les ha puesto muy fácil.
Ya, ya…, la memoria es limitada y forzosamente selectiva. Razones evolutivas y de supervivencia orientan la mente hacia el olvido de lo maléfico. Pero de ahí a la desmemoria y a sus nefastas consecuencias queda un buen trecho. Nos han encontrado confundidos, torpes y se ha reaccionado como lo hacen los lerdos. Y ya están aquí.
Ellos mismos se daban por vencidos. Conscientes de sus malos resultados sobre la población y con una historia consumada de fracasos, estaban ya de retirada definitiva. Pero hete aquí como la relajación ha facilitado su recuperación y vuelta. Están que ni se lo creen; se percibían débiles y se daban por definitivamente dominados. Les conocemos bien y con los medios que obran en nuestras manos podríamos haber impedido su resarcimiento. Este escenario no estaba en la mente ni de los más pesimistas. En realidad, los malos se han presentado de cara, tal como son. No han necesitado disimular ni desarrollar habilidades de confusión.
Por la experiencia previa sabemos que de sus acciones deriva daño, dolor y sufrimiento. Pueden avecinarse unos años de horror…, pero así lo hemos querido. De hecho su peor cara está por llegar.
La primera en volver ha sido la poliomielitis. Después de largas campañas de concienciación y de vacunación internacionales lideradas por la OMS, la enfermedad estaba en fase de extinción. En las zonas de guerra se vuelven a ver niños que fallecen por la infección del virus de la polio. Y por desgracia vuelve a ser habitual la parálisis flácida y la cojera de origen infeccioso. A los que sobrevivan, las secuelas les acompañaran mientras vivan.
La segunda, la difteria. La irresponsabilidad y la radicalización de los grupos antiinmunización, conocidos como antivacunas, ha permitido que un germen que llevaba tres décadas sin manifestarse, ponga en peligro vidas inocentes.
No todas las vacunas aportan valor, sin duda. Pero dudar del beneficio, sobre la salud de nuestros niños, de las vacunas del calendario vacunal obligatorio hace sospechar del equilibrio mental de los impulsores y atenta directamente a la salud de toda la comunidad.
