La derecha estará feliz con Jarabo

El portavoz parlamentario de Més per Mallorca, David Abril, explicó ayer en rueda de prensa que su formación política tiene intención de entablar conversaciones con Podem, Esquerra Republicana y Esquerra Unida para intentar ir juntos a las hipotéticas –y ya más que probables– elecciones generales que habrán de celebrarse si no se consigue investir a un presidente del Gobierno antes del 3 de mayo, como establece la Constitución. Més busca “acumular fuerzas y sacar el mejor resultado”.

Sin embargo al poco rato se topó de nuevo con la negativa de Podem Balears en boca de su secretario general, Alberto Jarabo. Pese a que se mostró dispuesto a conversar, manifestó sus reticencias al afirmar que “seguimos sin encontrar razones suficientes para que pueda darse esa confluencia”. Puede repetirse, por tanto, el mismo escenario que ya se vio en octubre del pasado año, cuando Podem se negó a cualquier plataforma unitaria con los econacionalistas.

Paradójicamente el líder autonómico de Podem defendió que sus candidaturas serán idénticas, lo que demuestra un alarmante inmovilismo por parte de una formación en retroceso según las encuestas y que no tiene otra estrategia electoral que no sea repetir la del 20 de diciembre, con los resultados que ya se han visto y que no permitirían armar una mayoría de izquierdas suficiente como la que pretenden. Si no se cambia de estrategia electoral, es difícil que puedan conseguirse mejores resultados que los logrados en diciembre, que ya se ha visto para lo que han servido a los podemitas.

Todo apunta a que la arrogancia y la soberbia que tan a menudo demuestra el líder nacional de la formación de los círculos, Pablo Iglesias, se ha contagiado a otros dirigentes de su partido. Alberto Jarabo no es una excepción. Debe verse tan fuerte políticamente como para despreciar el ofrecimiento de Més, una vez más. Jarabo tiene aún que demostrar si es capaz de construir algo en lugar de destruir y hacer oposición, porque hay ocasiones en que su clamorosa falta de voluntad política como no sea para criticar al Govern (incluso a un Govern de izquierdas que él mismo ha colaborado a investir a cambio de que su partido ostente la presidencia del Parlament), deja al descubierto una total falta de disposición al entendimiento y al acuerdo, abonando la tradicional división de la izquierda. La derecha estará feliz.

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