Tras años de lucha, después de 800 muertos, hace ya dos años que ETA está tan acogotada por la policía, por España y por Francia, que no puede matar. Sus comandos son detenidos casi cuando empiezan a concebir un atentado. Así, en esta posición absolutamente debilitada, contra las cuerdas, cuando ya no tiene poder para moverse, organiza un espectáculo bastante simple: primero pide a sus subordinados de Bildu que le pidan que deje las armas, después monta un sainete llamado conferencia internacional para que concluya también pidiéndole la paz y ayer, a los pocos días, magnánimos, dicen que, a petición del respetable, dejará de matar. Ni siquiera han sido capaces de dejar las armas cuando tenían capacidad para matar. Abandonan cuando no son nadie, cuando están en la cárcel. Y sin acordarse de sus víctimas ni siquiera cuando dicen que nos dejarán en paz. Desde luego, siempre es preferible que el terrorista diga que no va a matar más a que aún insista en hacerlo. Eso es lo que sucedió ayer: nos dicen que ya no van a matar más, lo cual es mejor que si mantuvieran su propósito asesino. Pero yo les creo mucho más porque la Policía los tiene atados de pies y manos que por sus declaraciones de intenciones y comunicados.
