¿Quién no ha tenido la desagradable experiencia de pisar uno de los numerosos regalitos caninos que en forma de excremento que pueblan las distintas calles de Palma? En ese momento una se acuerda de toda la familia del dueño del pobre animal y se pregunta dónde están los controladores medioambientales de Emaya, si es que realmente existen, para multar a esa panda de guarros. Pues bien, ahora Emaya se ha propuesto acabar con la lamentable imagen de suciedad y abandono que ofrece Palma y ha puesto en marcha un plan integral con el que se pretende además de limpiar a fondo las calles, concienciar a la ciudadanía y sancionar a los que se creen que la calle es un vertedero en el que pueden dejar todos sus desperdicios. Aunque el objetivo de situarse entre las diez ciudades españolas mejor valoradas en cuanto a limpieza parece demasiado difícil de alcanzar, sobre todo porque ahora mismo estamos en el furgón de cola, ya era hora de que alguien se pusiera en serio con este asunto tan importante para una ciudad turística como Palma que da una imagen tercermundista con papeleras y contenedores a rebosar y mierda por doquier.





