Los pies descalzos en la moqueta del despacho

Me veo obligado a reescribir mi columna semanal. Andaba yo ufano ante el homenaje que me iba a hacer —acababa de comprar un kilo de torreznos de Soria para hacer en la barbacoa— cuando me entero de que ha fallecido Gregorio Esteban Sánchez Fernández, el único e inigualable Chiquito de la Calzada. Debo al menos mencionar su nombre, el del gran renovador de la lengua española de las últimas décadas, el hombre que merece un sillón honorario en la RAE.

Cómo han cambiado las cosas. En mis tiempos cuando se montaba una huelga y había que cortar una carretera, se apilaban neumáticos viejos y se les pegaba fuego. Ahora ponen a niños —incluso a bebés— a hacer el trabajo de los mayores. Los sueltan ahí en el asfalto y hala, a esperar a que a un camionero autónomo que está pagando el Pegaso a plazos se le hinche la vena con toda la razón del mundo y le meta un sopapo al tontito de la universidad. Que la verdad, estudiar para esto, mejor vete a la mina.

Mi ídolo de la semana es Carme Forcadell, la presidenta del Parlamento catalán, a partir de ahora Carmen de España. La Forcadell es el ejemplo de política mentirosa e hipócrita que se pirra por el olor a vinilo nuevo del coche oficial y que se descalza en el despacho para sentir la moqueta entre los dedos de los pies. ¡Qué gustirrinín da el saberse superior a los imbéciles que pagan impuestos! Ha mentido con tanta cobardía como premeditación, con alevosía infinita y lascivia cainita. La idea de pasar una temporada en el trullo la ha convertido en la más folclórica de las folclóricas. A poco que la aprieten un poco más en el Tribunal Supremo se echa un novio torero. Forcadell ha tangado a millones de catalanes. Y ni siquiera tiene la decencia de dejar su acta de diputada y dimitir, de largarse del Parlamento que ensucia con su sola presencia, el Parlamento que ha mancillado y convertido en el templo de la falacia. O dimite por sus mentiras o las asume y se va al trullo. Ya que es cobarde, que al menos demuestre si le queda algo de dignidad y decencia.

Les explico lo de la Forcadell con una parábola. Imaginen que un día me levanto y anuncio a todo el mundo que tengo ganas de magrearme con una buena moza. Cuando se ha enterado todo el barrio de mis intenciones, me subo a un autobús del transporte público. Elijo a una chiquilla que me guste, que esté bien rica, y me acerco por detrás para fregarle la cebolleta en las nalgas y manosearle las tetas mientras le babeo la nuca. Se monta el jari, me sacan a patadas del autobús y, como no puede ser de otra manera, la Policía me lleva pa'lante. Le pido al juez una semana para pensar lo que he hecho y cuando vuelvo ante su señoría y me dice que voy a ir a la cárcel le juro y le perjuro que lo de sobar a la chica era un «acto simbólico de amor» y que desde ese momento voy a respetar a las mujeres. Claro, y aquí no ha pasado nada. Pero sí ha pasado. Carmen de España ha magreado a los catalanes, a las leyes y al Parlamento que preside, por mucho que ahora le asuste vérselas en el talego con putas, yonquis y demás desgraciadas que no han tenido en la vida la suerte pagada con dinero público de la que la ella ha disfrutado. El genio de Chiquito era grande, tanto como los pecados de la presidenta, que son muchos y no chiquitos. La Forcadell es muy señorita para convivir con delincuentes españolas. Lo que es de entrar en coma es que la peña ha puesto la pasta para pagarle la fianza de 150.000 euros. Es una secta, se lo tragan todo.

Aun así, por deleznable que me parezca la cobardía de Carme Forcadell, en el fondo me resulta entrañable: el miedo es muy humano y cuando nos cagamos encima somos capaces de cualquier cosa. Yo, el primero. Mientras tanto, Puigdemont sigue pululando por Bruselas que ya parece que va a montar la Pirenaica, que de pirenaica tenía el nombre porque la Pasionaria se marcaba los monólogos desde Moscú. Este tiene toda la pinta de vivir del cuento lo que le dejen y más.

Lo de los chiringuitos se nos ha ido de las manos. No puede haber tanta gente viviendo de las subvenciones y la tontería, que luego la cosa acaba como en Cataluña. Me río ahora de todos los que decían que los andaluces eran unos vagos que se aprovechaban de la Junta para rascarse la barriga y cobrar.

La estupidez también es muy humana. Y sí, aquí también, yo, el primero. Todos cometemos estupideces en algún momento de nuestra vida. Reconozco que esta semana he disfrutado mucho con Josep Castells, diputado de Més per Menorca en el Parlamento balear. ¿Pues no le toca al fulano intervenir —que para eso le pagamos el sueldo — en la Comisión de Educación y dice que no abre la boca porque está de huelga? Resulta que lo hace para sumarse al «paro convocado este miércoles en solidaridad con los presos políticos y en contra de la aplicación del artículo 155 de la Constitución». Se queda mudito como Harpo Marx y enseña un cartelito de esos tan monos y tan agit-prop con la leyenda «presos políticos/PSOE cómplice ». ¿Pero, Josep, qué le has echado al Cola Cao? A ver si Balti toma nota y te descuenta un día de la nómina de noviembre... Lo de Més en sus variantes territoriales es de teatrillo de varietés. Qué buena película haría Tod Browning con ellos.

El gallifante de la semana se lo lleva Marga Durán. Así como muchas veces me quejo de la inactividad del Partido Popular, es justo reconocer que la señora ha estado rápida y hábil al denunciar el disparate de los presupuestos participativos del Ayuntamiento de Palma. Les resumo la historia de forma breve: en Cort, que son muy del «gobierno de la gente», se pulen 100.000 euros en una campaña de publicidad para que los ciudadanos voten y elijan algunas de las partidas del presupuesto municipal; se recogen 1.440 votos; cada voto nos cuesta 70 euros; al final los que pierden se emputan porque con un puñado de votos una asociación le revienta a otra su proyecto. Como en Cort son muy verdes y ecolós, harán un huerto urbano de 60.000 euros porque ha obtenido 37 votos, que nos va a salir la berenjena a precio de caviar del Caspio. Miedo me da que sigan con las consultas populares.... No quiero ni imaginar el cartel de las fiestas de Sant Sebastià. Pronostico que coparán las calles y escenarios collas de dimonis y correfoc, batucadas, musicos folk, grupillos indie y demás gente de mal vivir. La democracia es buena. La mandanga perrofláutica de la participación, no. ¿Recuerdan cómo les salió de bien la votación con la que pretendían cargarse las terrazas del Born? Pues eso, para plantar calabacines se vota, pero no para decidir si se tira o se conserva el monolito de Sa Feixina, no vaya a ser que se nos movilicen las señoras de Santa Catalina y el chiringuito se nos venga abajo como el del pobre Tòfol Soler.

Al que se le ha caído el chiringuito encima es a Artur Mas, el Lord Farquaad de la Cataluña de Nunca Jamás. Tiene pendiente de pago una fianza de 5,2 millones de euros por el asuntillo del 9N. Mas ha conseguido 2,4 millones, lo que significa que aún le faltan 2,8. O consigue la pasta o la va a tener que poner de su bolsillo. Por eso ha iniciado un tour por medios de comunicación pidiendo que los catalanes, los que fueron a votar, pongan cada uno de ellos un poquito y así él logre conservar el patrimonio. No llega a pordiosero, aunque la imagen de mendicante es patética. Es como cuando Hacienda trincó a Lola Flores y la Faraona le pedía una peseta a casa español. Insisto, son muy indepes pero lo suyo es de sainete castizo.

Se me ha pasado por alto un notición de esos de parar las rotativas. Hace unas semanas se publicó una fotografía de dos leones machos dándole al fornicio, lo que causó estupor porque supuestamente era algo nunca visto. Yo creo que estamos medio lelos, ¿acaso nadie a visto a un perro montando a otro? Me refiero a otro perro, no a otro lelo. «¡Los leones de Kenia se vuelven gayers... oh, ah!». No le hice ni caso. Pero en Kenia parecen haberse tomado muy en serio la cuestión. Un tal Dr. Ezekiel Mutua, que viene a ser un jefazo de por allí encargado de la censura en cine y televisión, está consternado con el amanecer del arco iris felino de Masai Mara y eso de que Simba ponga a Mufasa mirando a Nairobi. Propone que la ciencia estudie el caso y culpa a los turistas occidentales homosexuales, que todo el mundo sabe que se van de safari a Kenia para petarse la retaguardia detrás de un arbusto: «estos animales necesitan ser intervenidos y separados, porque probablemente hayan sido influenciados por gays que han ido a los parques nacionales y han tenido un comportamiento malo». No me lo invento, lo dicho tal cual. Ya, y las cebras tienen rayas porque Maradona visitó el Serengueti. No, si al final veremos a los leones en Grindr. No imagino yo a dos tíos, por mucha pluma que tengan, dándole al asunto en plena sabana africana a riesgo de que venga un león y les meta un bocao en tol mojino. Para mí que el Ezekiel este es un mente sucia, a saber qué desvaríos sexuales maquinará. Creía que la tontería de que lo de ser mariquita se contagia ya no se la creía nadie. Pero bueno, si nos creemos a Puigdemont...

Yo a estas alturas solo me creo a Deep Purple, que están a punto de cumplir medio siglo en activo. Por el camino quedó mi amado Jon Lord, pero ellos siguen y siguen... No me extraña que su último disco lleve por título inFinite. Les podría hablar de mi pasión por Jon Lord, Marta Ruiz y Booker T. Jones, la santísima trinidad del universo Hammond, con el mayor de los respetos a los que no nombro. Pero lo de los Purple, Jon, Marta, Booker y el órgano inventado por el señor Laurens Hammond es otra historia...

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