Cuando dentro de unos meses e independientemente de la categoría en la que se encuentre, el Mallorca tenga que ampliar capital para poder pagar los nueve millones que debe a la Agencia Tributaria y otros acreedores, recuerden que ya lo avisé en este “Cristal” desde el momento en que se acordó una reducción del capital social en ocho. De ello hace unos meses.
No olviden tampoco que hace semanas que les advierto de que, para mantenerse en Segunda A, el equipo ha de sumar entre 18 o 19 de los puntos que quedan por disputar y que ascienden a 33. Eso implica la necesidad de ganar seis partidos porque si solo suma de tres en cuatro de ellos, no podría perder ni uno en once jornadas. Una tarea harto complicada. En resumen, la situación roza lo imposible salvo que sea capaz de salir victorioso en no menos de cinco jornadas y, si acaso, seis. Aparte de ello, no depende de si mismo, sino de marcadores ajenos.
Más que nunca la permanencia es cuestión de fe más que de realidades tangibles. Desde este punto de vista, sorprende el mensaje del club ajeno a la autocrítica y en defensa de un proyecto nacido desde la herrumbre y evidentemente fracasado sea cual sea el final. De salvadores patrios ya hablaremos mañana. Hoy uno de ellos ha fichado por el Valencia. Y después de tanto redentor, fíjense donde está el club: crucificado. Muerto y sepultado, lo sabremos pronto.
