Me gusta que las cosas cambien. Que vayan a la par la vida y los reajustes. Porqué eso, los cambios y adaptarse a ellos, hace que avancemos.
Los cambios siempre son buenos. Demuestran la capacidad que tenemos las personas de readaptarnos, de reinventarnos, de rechazar lo inútil por aquello que nos genera esperanza. Si no sirve, es hora de cambiarlo.
No siempre son fáciles los cambios, aunque alabemos su bondad. Cuestan, algunos demasiado, pero siempre valen la pena. Abren caminos, aportan sabiduría y oportunidades.
Por eso y mucho más dan tanto miedo esos cambios, a los emperadores de la cerrazón. Los cobardes encaramados en su trono de poder no aceptan más cambio que aquél que les da más autoridad e impunidad.
No querer escuchar es de déspotas.
Tener miedo a los cambios es de humanos, pero hay que aceptarlo. Ahí radica la diferencia entre unos y otros.
Ahora empiezan a elaborar sus excusas, sus mentiras y sus inventos. Esto es lo que está pasando.
Frente a la valentía de algunos, los mentiras de los cobardes.
Al margen de lo que arrojan los resultados, es momento de felicitar a los que han podido opinar en libertad y a los que lo han hecho posible.
Sin miedo a los resultados, que nunca son seguros. Ejerciendo lo que queremos que sea la democracia. Sólo eso queremos que oigan los sordos, las decisiones se toman en la calle.
Qué gran día el de ayer.
