Es evidente que el Mallorca no tiene nada que ver con el de hace unos meses. Al menos, del vestuario hacia fuera. El color rojo es ahora el de la felicidad, el de la alegría. Hacía mucho tiempo que el mallorquinismo no podía sentir esta sensación, ni que sea por salir del descenso y meterse en una zona que todavía no conduce a nada.
Vuelve a hablarse del Mallorca en términos positivos, los abonados pueden lucirse en las tertulias de café sin miedo a sentir vergüenza, olvidando incluso que el club sigue en la ruina y gobernado por los mismos que hace unos años. Así que disfruten ahora, porque el deporte es tan azaroso e inestable que igual rompe este estado de placebo en cualquier momento.



