Desde el Govern de les Illes Balears no se ha disimulado la contrariedad y el disgusto que supone la interposición de un recurso contencioso-administrativo ante el TSJB contra el impuesto sobre estancias turísticas, más conocido como Ecotasa, por parte de la Federación Hotelera de Mallorca. Tal contrariedad solo se explica por la voluntad de los partidos que conforman el Ejecutivo autonómico por una sumisión estricta a los postulados políticos por ellos defendidos, o dicho de otro modo, por su pretensión de una “adhesión inquebrantable a los principios del Movimiento”. Pero esta pretensión es, además de profundamente antidemocrática, radicalmente ridícula porque no se puede pretender que aquellos a quienes en contra de su voluntad y sin ningún consenso, por la fuerza de la Ley, se les obliga a recaudar un impuesto, los hoteleros, lo hagan sin ofrecer la resistencia legal que el ordenamiento jurídico contempla. Si se hubiese encargado a otro colectivo profesional o empresarial la desagradable tarea de ejercer de recaudador de impuestos (impuesto que además consideran pernicioso para la competitividad del sector, como se han hartado de repetir con escaso éxito por mor de la sordera del Govern), como por ejemplo las aerolíneas o las navieras, es previsible que estas se defendiesen con todos los medios legales a su alcance, como ahora hacen los hoteleros de Mallorca.
El vicepresidente del Govern y conseller de Turismo, Biel Barceló, considera que el recurso es poner palos en las ruedas y el portavoz parlamentario de Més per Mallorca, David Abril, ha afirmado que el recurso demuestra que la guerra de los hoteleros contra el Govern es política. Resulta incomprensible que se pretenda que los hoteleros, que reiteradamente se han posicionado en contra del impuesto turístico, ahora se conviertan en acérrimos partidarios de la Ecotasa. Eso es mucho pedir y está fuera de toda lógica. Quizás si no tuvieran la obligación de ser los recaudadores del impuesto y este se cobrara en puertos y aeropuertos, la posición sería otra; pero dado que no es así, no se puede pretender que los hoteleros se queden de brazos cruzados.
