Al final fue un auto

Nadie nos podrá negar que en ocasiones el destino sea, como poco, irónico. Es como si el karma, tras haber sido atacado, quisiera cobrarse sus pequeñas venganzas en forma de redundancias semánticas.

En esta ocasión me refiero al caso de la ex ministra (por fin) Ana Mato, cuyo declive empezó con un Jaguar y terminó con un auto (judicial), previo aluvión de críticas por la gestión del Ébola. ¿Lo más curioso de todo? Que Mariano,  mientras va des-evangelizando a un electorado políticamente monógamo “de toda la vida”, continúa con la misma expresión facial inalterable. ¿Valentía o inconsciencia ante el desmoronamiento de su partido? Juzguen Uds. mismos.

Todo el mundo puede entender que nada que comience con un “yo no sabía de dónde salió el jaguar que había en mi garaje” puede acabar bien, sobre todo por el complejo que nos crea a todos los hombres cuyas compañeras conocen perfectamente si nuestras finanzas soportan la adquisición del citado Auto (móvil). El problema es que en este caso, como en muchos otros, no es el bien común lo que ha motivado muchos de los nombramientos del gobierno, que asiste a su propia caída como un espectador de primera fila… Como si la vieran a través de un plasma.

Yo, la verdad, no sé si seré un iluso, pero ¿es comprensible que no sea un médico quien dirija el Ministerio de Sanidad? Insisto, no sé si me estoy olvidando de algo, pero (por poner un ejemplo) no me imagino yo decidiendo sobre obras públicas o políticas económicas, pues desconozco ambos temas. Es incomprensible la supeditación de los conocimientos técnicos a los méritos políticos (subjetivamente apreciados, además).

Los ciudadanos están hastiados de este totum revolutum de corrupción, encuestas, declaraciones y, últimamente, dimisiones. ¿Saben cuál es el culmen de este despropósito? Pues que el Juez Ruz, en el auto que ha dado por finalizada la carrera política de Ana Mato, excluye su participación y conocimiento de los posibles delitos de su ex marido. Sí, han leído bien. La única circunstancia que motiva la presencia de Ana Mato en el meritado auto es que, sin tener conocimiento de su posible origen ilícito, se ha beneficiado económicamente de un dinero.

Es decir, cuando se excluye su participación en el delito, dimite, con todo el daño que su marcha (y los motivos de la misma) le hace a su partido. Ahora, el que se nutre de los escándalos ajenos estará entornando los ojos y ensayando el tono solemne para criticar largamente, una vez más, los abusos de esta casta que nos falta al respeto sin ser transparente... ¿Seguro? ¿O acaso acusará de machismo a todos aquellos que hayan pedido la dimisión de una mujer por lo que hizo su marido? No lo creo…

En todo caso, visto el estado de cosas, si antes de Mato, en lugar de Ana pones “yo por mi hija” nadie notaría la diferencia. Mejor, todo tendría más audiencia. Best seller seguro.

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