Miles de conductores sufrieron ayer un atasco monumental en la vía de Cintura, como consecuencia de la protesta protagonizada por un grupo de trabajadores del hospital de Son Espases que reivindican una solución a su problema de aparcamiento, entre otras cosas. El nuevo hospital no sólo les cobra por aparcar sino que, además, no ofrece un número de plazas suficiente para todos los trabajadores. El aparcamiento de pago también afectará desde ahora a los familiares de los pacientes del hospital que, hasta ahora, estaban habituados a un procedimiento que podíamos definir entre incivilizado y chapucero. Aparcar en Son Dureta era algo más bien pintoresco que no debería reproducirse en el hospital nuevo. Parece lógico que haya un aparcamiento y que este sea de pago. Pero, en el caso de los empleados, las cosas son bastante más difíciles de asimilar: ni tenemos costumbre, ni tradición, ni tampoco parece algo muy lógico. ¿Qué solución se tiene que aplicar? Desde luego, nunca cortar el tráfico o bloquear las carreteras para organizar un atasco como el de ayer. Ya es casualidad que todas estas protestas se salgan de su cauce habitual cuando hay a la vista un proceso electoral. Pasó hace doce, ocho y cuatro años. Da igual quién esté en el Gobierno, todo el mundo parece pensar que en esta situación hay más posibilidades de éxito en las reivindicaciones, fastidiando a los demás. La protesta, en su lugar, debería encauzarse en un marco civilizado, en una mesa de diálogo con la dirección y, como parece factible, la empresa debería aportar los recursos para pagar una parte sustancial del precio del aparcamiento. En todo caso nunca sería tan caro como los 700 millones de euros que costó el hospital o como los 60 millones que dicen que se amplió el presupuesto.





