La Universitat de les Illes Balears decidió ayer, en la inauguración del nuevo curso académico, demostrar el estado real de sus finanzas cambiando el tradicional aperitivo y brindis con cava por unos vasos de agua, un gesto con el que quisieron demostrar que su situación es totalmente desesperada. Dejando a un lado el hecho de que para los supersticiosos brindar con agua trae mala suerte, lo cierto es que las palabras de la rectora Monserrat Casas no pueden caer en saco roto, porque la Universidad es el futuro y cuanto peor financiada esté peor preparados saldrán los alumnos. Por muy difíciles que sean los tiempos hay capítulos que no deben tocarse. Una reducción del 11,9% del presupuesto destinado a la Universidad, pese al incremento de alumnos, es sinónimo de mala calidad de la enseñanza, tanto en catalán como en castellano, por mucho que el profesorado se esfuerce. Y eso el Govern y su conseller de Educación tendría que tenerlo muy presente, al igual que tendrían que hacerlo quienes se preocupan más por la lengua que por la calidad de los estudios que reciben, porque ahora lo que importa es una financiación adecuada, una educación de alto nivel y no un batalla lingüística.





