Este sábado, 1 de abril, mil aficionados al ciclismo tendrán el privilegio de ascender al techo de Mallorca, hasta los 1.436 metros de altitud donde se sitúa la cima del Puig Major y donde está ubicada la popular ‘Bola’, que no es otra cosa que un radar consecuencia del primer Convenio de Amistad, Defensa y Cooperación entre España y Estados Unidos, firmado en 1954, por el que se pactó la construcción de esta instalación en la cima del Puig Mayor para el control aéreo de la OTAN del Mediterráneo Occidental en plena Guerra Fría con la Unión Soviética.
Los americanos también fueron los autores de la carretera para unir Sóller hasta la ubicación del actual acuartelamiento, construido en aquella época, y de la estrecha carretera que sube hasta el radar, siete kilómetros que están restringidos al tráfico por ser zona militar y que, doce años después, volverán a abrirse al público para la celebración de una prueba deportiva, como ocurrió en 2011 con la última edición de la ‘Trencagarrons’.
En realidad, durante la segunda mitad del siglo XX permanecieron en la cima dos esferas protectoras naranjas que contenían todo el equipo de radares, y se hicieron populares con el nombre de ‘las Bolas’ o ‘ses Bolles’ en mallorquín. Fue en 2005 cuando se instaló una sola esfera de mayor tamaño como consecuencia de un proceso de renovación tecnológica y esta es la ‘Bola’ que corona el Puig Major como punto más elevado de Mallorca desde entonces.
Doce años después, gracias a la pertinente autorización por parte del Ejército del Aire, que también abrirá las puertas de su Acuartelamiento Aéreo Puig Mayor/Estación Vigilancia Aérea EVA-7, a los pies del Puig Major, para que los participantes repongan fuerzas tras la prueba, volverá a revivirse el ascenso a un escenario icónico de Mallorca, desde cuya atalaya se divisa toda la isla en un día despejado.
Les cuento esto porque, primero, me apetecía hablarles de La Pérez, que así es como se llama esta prueba, y después porque, viendo cómo está el patio político a dos meses de las elecciones autonómicas y municipales, no hubiera estado nada mal que nuestros políticos y políticas se hubieran animado a participar en esta marcha, relajarse por unas horas, coger un poco de altura -en todos los sentidos- y respirar una bocanada de aire puro en lo alto del Puig Major, para descontaminarse del ambiente tensionado e irrespirable que les envuelve.
No ha empezado todavía la precampaña y la actualidad ha eclosionado en los últimos días, a raíz de una comida a la que nunca debió asistir la líder del PP balear y que ha dado oxígeno a Armengol, igual que ocurrió la semana pasada con la moción de censura de VOX a Sánchez. Las encuestas vienen dibujando una tendencia favorable para el bloque de centro derecha ante los comicios autonómicos y municipales en nuestra comunidad, y también ante unas elecciones generales. Pero a fuerza de incurrir en errores groseros, esa posición de ventaja podría evanecerse.
Ante una cita electoral, el manual básico de campaña indica que tan importante es activar el voto de los tuyos como desactivar el voto de tu/s rival/es. En el caso de Baleares, el votante de izquierdas tiene muchos motivos para sentirse decepcionado con los logros de ocho años de Govern Armengol. La figura omnipotente de la presidenta ha laminado a Podemos -en crisis nacional también- y a los pseudonacionalistas de Més, que intentan ahora asomar la cabeza tras ocho años de seguidismo político. En el caso del PP y Vox, el crecimiento que les dan las encuestas proviene básicamente de la desaparición de Ciudadanos y la concentración del voto de centro derecha en dos opciones en lugar de tres, por lo que en el reparto tocan a más. Y luego está la incógnita de El Pi, ese partido que no se sabe muy bien si es derechas o de izquierdas, si es regionalista o catalanista, al que algunas prospecciones dan fuera del Parlament y otras le auguran incluso tres diputados.
Por delante queda una campaña que podríamos comparar con una prueba ciclista. Con momentos buenos para unos, pájaras de otros, ataques constantes, estrategia de equipo, momentos para el lucimiento de los líderes y lucha hasta el último metro, porque en lo que sí hay coincidencia es en que la victoria se dirimirá por un margen estrecho. E incluso es posible que el primero en cruzar la meta sea el vencedor de la etapa, pero ni siquiera llegue se enfundarse el maillot de presidente del Govern.
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