OPINIÓN

Realidades paralelas

En 2020, una compañía aérea norteamericana se asoció con una startup para impulsar un proyecto revolucionario. Se trataba de desarrollar una tecnología que permite a diferentes personas ver contenidos distintos en una misma pantalla, sin usar unas gafas especiales, y de forma simultánea. Dos años después instalaron estas pantallas en el aeropuerto de Detroit. Hasta cien personas, mirando al mismo tiempo a un solo monitor, pueden ver un contenido distinto y personalizado. Aquello fue una experiencia beta que no se extendió a otros aeropuertos de EEUU, ni del resto del mundo, pero ahora el proyecto ha dado un salto cualitativo al ser adquirido por la Presidencia del Gobierno de España.

Aunque Moncloa no ha hecho pública su compra, uno se malicia que ya debe haber teles instaladas, desde hace meses, por todas las habitaciones y despachos del complejo presidencial. Sólo así se explica que Pedro Sánchez tenga el cuajo de afirmar que «España vive uno de sus mejores momentos de los últimos 45 años», y lo haga dos días después de la publicación por Cáritas del IX Informe sobre exclusión y desarrollo social en España. Sucede que, cuando Sánchez y sus ministros miran a la pantalla, aparece un país que «crece económicamente, crea empleo y reduce la desigualdad». Cuando mira Cáritas, la realidad que se muestra es muy distinta.

El documento es demoledor, un tocho de 710 páginas que debería pesar más en la conciencia que en las manos de un político responsable. La ONG advierte de un proceso desconocido hasta ahora en la historia de España: una fragmentación social que está jibarizando la clase media. Por primera vez, las generaciones jóvenes van a vivir peor que sus padres. Nótese que el informe no alerta del riesgo, sino que afirma que ya se está produciendo ese deterioro estructural.

En España, 4´3 millones de ciudadanos viven en riesgo de exclusión severa, de los cuales un tercio son menores de edad. Casi la mitad de las personas que viven de alquiler se encuentra en riesgo de pobreza. Un millón de hogares no pueden mantener su vivienda a una temperatura adecuada. La movilidad social está estancada, y eso debilita la cohesión del país. El informe elaborado por la Fundación FOESSA constata que España es uno de los países más desiguales de la Unión Europea, pero Sánchez dice que vamos como un tiro. En su tele destaca un rótulo que se apresura a leer: «España es la gran economía europea que más crece». En la misma pantalla, observada por Cáritas, aparece en rojo el siguiente titular: « El costo de la vida aprieta a las familias trabajadoras: inflación, vivienda y servicios básicos disparan los gastos fijos».

Tener un empleo ya no es garantía de no ser pobre. Más de once millones de trabajadores tienen empleos precarios, pero la ministra Elma Saiz celebra las cifras récord de afiliación a la Seguridad Social. Claro, alma de cántaro, y cada vez más personas necesitan varios trabajos para llegar a fin de mes. Añade que «el empleo joven está viviendo uno de sus mejores momentos», pero Cáritas advierte de que cuatro de cada diez no pueden emanciparse por el alto coste de la vivienda. Todo eso mirando a la misma pantalla, la de España, que ya digo que, gracias a las nuevas tecnologías, ofrece realidades paralelas según quién la observe.

Elma Saiz ha rematado su valoración del informe de Cáritas con un «a mí no me miren». Dice la ministra de Inclusión, Seguridad y Migraciones que «la mayoría de las políticas que impactan en el ascensor social y la igualdad de oportunidades de los jóvenes son competencia de las CCAA». Ahí debemos darle la razón, porque no se le pueden pedir responsabilidades por estos datos alarmantes a un gobierno que no gobierna. Y no porque no quiera hacerlo, ojo, sino por culpa de los españoles, que cometieron el error formidable de no votar más al PSOE.

Es un problema acostumbrarse a lo insólito. Vivir en una democracia parlamentaria en la que al jefe de Gobierno se la trae al pairo no poder aprobar sus proyectos porque se encuentra en minoría, es una extravagancia sólo conocida en sistemas autoritarios. Sánchez va a intentar agotar la legislatura sin haber presentado en cuatro años unos Presupuestos Generales, tal y como obliga nuestra Constitución. Pero, ay, la Carta Magna no previó una consecuencia para ese incumplimiento, ni un gobernante tan desahogado como Sánchez, que mira la pantalla de España y su realidad paralela le susurra: «cómo voy a tener la culpa yo de algo si no me dejan hacer nada».

José Manuel Barquero

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José Manuel Barquero

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