La historia se repite porque la condición humana no ha cambiado sustancialmente en veinte siglos y dieciséis años, aunque podríamos sumar incluso a los de la era anterior a Jesucristo. Asistimos a diario a la aparición de nuevos mesías, como Trump o el coreano ese de cuyo nombre no me acuerdo, que pretenden construir otro mundo y también al nacimiento o renacimiento de grupos y partidos políticos que lejos de regenerar la corrupción reclaman su derecho a imitar a sus predecesores. Ahora mismo aquí en Baleares sin ir más lejos. Disculpen la introducción, pero el fiscal Horrach tiene razón cuando recuerda que el hombre, término genérico gracias, siempre está predispuesto a la pequeña o gran corruptela de una comisión bajo mano o un intercambio bajo mantel.
Perdón de nuevo. Aquí se viene a hablar de deporte, no de política. Se me ha ido la olla al caer en la cuenta de que los ciclos vitales también se reproducen en el Real Mallorca, sean quienes sean sus propietarios. Dice el populacho, siempre sabio, que “bueno te harán quienes de fuera vendrán” y cada cual que ponga los nombres que quiera a ese modismo. Vicenç Grande ya prescindió de un director general que cobró treinta mil euros extra por firmar seis folios de cláusulas cuya confidencialidad no respetó. Me temo que el baloncesto balear ha salido de guatemala para entrar en guatepeor. Maheta Molango, que sabemos a quién paga pero no cuánto, también cesó a su director general, sin embargo no correrá mejor suerte que sus predecesores en el cargo ya que el mal del club es muy profundo y procede si, ciclícamente, de viejos y malos vicios.
El abogado suizo tampoco ha venido a regenerar, sino a hacer lo que otros hicieron antes: intercambiar cromos y perder dinero. Los mismos que ahora aún le jalean, le conducirán a la guillotina. No es una profecía, sino el repaso de los libros. Los no oficiales, por supuesto.
