Estoy sorprendido por la tremenda virulencia de la respuesta a la decisión de Cort de suprimir el carril bici de las Avenidas. Y también estoy sorprendido de que Cort haya sido capaz de que su segunda obra también sea deshacer algo que había hecho la anterior alcaldesa. Me parece que la reacción de la izquierda y la decisión de Cort son, ambas, tremendamente apasionadas. Como si esto no fuera igual de importante que el parterre del Paseo Marítimo o los jardines de la Falca Verda. Mi postura sobre este tema es bien sencilla: es una vergüenza que Palma no tenga una red de rutas ciclistas bien hechas. Hemos estado décadas mareando, sin ponernos a ello, hasta que, finalmente, el anterior consistorio emprendió el camino, en muchos casos con pleno acierto. Pero, el tramo de las Avenidas, en cambio, es surrealista. Hacer que las Avenidas tengan cuatro carriles en un sentido y dos en el otro es obviamente absurdo, por lo que es natural que ese tramo se tenga que revisar. Pero, tampoco entiendo cómo hay tanta prisa con este tema que, si bien debe ser corregido, no parece absolutamente prioritario, y menos con una solución alternativa que debería ser ejemplar y no lo parece. La verdad es que nos basta bien poco para enfrentarnos con virulencia. Incluso nos basta con un carril bici. Pero es que para algunos en realidad no está en juego un carril bici sino “un modelo de convivencia” y para otros “el respeto de las libertades básicas”. Así, claro, cualquiera se enzarza a debatir. Nos va la vida.
