Las verdades a medias inducen a la confusión y las interpretaciones son libres. Es cierto que el Badalona, contrincante del Mallorca en la presente jornada, no ha perdido ningún partido en casa, pero el análisis deja de ser preciso si, como es obligado, añadimos que tampoco ha ganado ni uno fuera y que en su feudo han empatado tres equipos –Lleida, Saguntino y Villarreal B- de los ocho que por allí han desfilado a lo largo de un calendario benevolente. Meterle cinco goles al colista Aragón y cuatro al vice colista, la Penya Deportiva de Santa Eularia, tampoco es como para visitar el Municipal muertos de miedo porque entre locales y visitantes hay un mundo de jugadores y presupuesto, aunque ninguna de ambas cosas lo sea todo.
El principal enemigo del Atlético Baleares, cambiemos de tercio, vive en si mismo. Aunque el Cornellá desarrolla una temporada apacible, es el duodécimo clasificado en una hipotética tabla de equipos visitantes. Ha encajado muchísimos goles en sus desplazamientos, cuatro en Son Moix sin ir más lejos, y lejos de su entorno ha puntuado en la mitad de sus desplazamientos. La cuestión es si el entrenador interino, Horacio Melgarejo, habrá logrado romper la dinámica negativa de sus discípulos entre los que ha causado baja Oscar Rico, una de las decepciones de una campaña de fichajes digna de ser cuestionada.
El club ha incentivado la afluencia de espectadores en Son Malferit. El fútbol se ha dado la vuelta. Antes eran los equipos quienes debían atraer al público y ahora parece que es la grada la que tiene que motivar a los profesionales. El mundo al revés. Pero eso merece otro debate en tiempo y forma.





