Este país tiene un problema en el Parlamento: se aprueban leyes absurdas y se rechazan algunas absolutamente sensatas. La razón es que los partidos bisagra no prestan la menor atención a lo que votan sino a las contrapartidas que reciben por lo que votan. El último ejemplo es el caso de la llamada ley Sinde. La ministra de Cultura ha propuesto una norma que castigue a quienes se descarguen material de la red sin pagar. Y tiene razón: si usted no consiente que alguien meta la mano en su bolso y se lleve un libro que usted ha comprado, no deberíamos tampoco permitir que se haga lo mismo en la red. Si usted es de los que dicen que hemos de respetar la libertad en la red, entonces pruebe a defender la libertad de quien se apropia de un libro de su bolso. ¿O es que sí le parece bien limitar la libertad de unos ladrones y no de otros? Los autores de libros, música o cine tienen todo el derecho del mundo a su trabajo sea respetado, sea valorado y que las autoridades persigan a quienes roban estos contenidos. Otra cosa es cómo se regula esto, cómo se castiga, cómo se sanciona. Esto es más complejo y tal vez fuera necesaria una reflexión internacional sobre estos asuntos. Ahora bien, el fondo del tema es totalmente justo y necesario y la postura de quienes se oponen, más allá de algunos matices, es fundamentalmente injusta.
