He aprovechado estos días de asueto para leer con algo más de detenimiento voces reconocidas en temas educativos. He escogido a José Antonio Marina, y he analizado diversos artículos publicados en diferentes medios de comunicación. Este ejercicio, no sólo me ha servido para ahondar más en mi conocimiento sobre el sistema educativo sino también para comparar mi posicionamiento al respecto.
Y, ¿por qué Marina?. Pues muy sencillo. Le conocí personalmente a finales de septiembre en un congreso en el que participamos los dos sobre temas educativos, aquí en Mallorca. De la plática mantenida con tan insigne maestro concluí varias cosas. La primera, la educación necesita como se diría en “bon mallorquí”, “ma de metge”; o lo que es lo mismo, tábula rasa. Y la segunda, que los políticos deberían escuchar más a los expertos y dejarse de juegos de márketing político con el sistema educativo.
Marina, en un artículo ya publicado en 2016 apuntaba que toda reforma educativa persigue dos objetivos: mejorar los resultados académicos y acomodar el sistema a los cambios que se producen. Así pues, a priori, parecería justificado que en España se haya llevado a cabo una reforma del sistema.
Pero, si profundizamos, convengo con Marina que la reforma tiene que potenciar y mejorar la calidad del sistema en todos los niveles educativos en cinco grandes líneas. La primera, otorgando mayor autonomía a los centros. Es cierto que, poco a poco, todas las reformas van aumentando el grado de autonomía de los centros escolares, pero no es menos cierto que no tenemos claro qué es la autonomía de centro ni hasta dónde puede llegar para evitar que se creen tantos subsistemas educativos como centros existan.
La segunda línea para la mejora de la calidad es hacer mayor la diferenciación entre centros. Esta reforma, no lo potencia. Es necesario diseñar un nuevo catálogo de tipologías de centros educativos. Si lo que queremos es mejorar los resultados, tenemos que optar por la excelencia.
La tercera hace referencia a la mejor selección y formación del profesorado. Esta reforma, tampoco lo contempla. Y es que, dejando de lado, que ahora el gobierno central va a “regalar” plazas de funcionario a interinos, el diseño del sistema de acceso a la función pública docente tiene que ser modificado “de cabo a rabo”. En la docencia tienen que estar los mejores profesionales. El procedimiento de selección tiene que ser muy complejo. Éste es el sistema que utilizan los países con mejores resultados; y funciona. Además, en esta modificación en el acceso a la función pública docente tiene que entrar el diseño de la “carrera profesional”.
La cuarta, referida a sistemas estrictos y rigurosos de evaluación tampoco tiene cabida en esta reforma educativa desde el momento en que la evaluación diseñada propicia la devaluación del conocimiento, los alumnos pueden promocionar de curso con múltiples asignaturas suspendidas o pueden obtener el título con alguna asignatura pendiente. Esto no hace más que devaluar el principio de la cultura del esfuerzo.
Y, finalmente, la quinta línea que marca Marina para esa mejora de la calidad está relacionada con los procedimientos de gobernanza de los centros educativos. Y esta reforma tampoco llega. Es necesario crear un cuerpo de directores de centros educativos.
Ya está todo dicho. La reforma es necesaria; pero, ¿ésta?