El nombre de Dragon Sushi vuelve a ocupar titulares por los peores motivos. El pasado lunes, la Conselleria de Salut ordenó el cierre temporal del local que la cadena explota en la Playa de Palma tras detectar un brote de salmonelosis que ha afectado, de momento, a 43 personas, de las cuales 12 permanecen hospitalizadas.
Los afectados presentaban síntomas compatibles con esta infección —fiebre, diarrea, vómitos y dolor abdominal— tras consumir alimentos en el establecimiento. La investigación de Salud Pública apunta a deficiencias graves en la manipulación y conservación de alimentos, así como en preparaciones mantenidas a temperaturas inadecuadas, condiciones que facilitan la proliferación de la bacteria Salmonella.
El cierre, decretado como medida cautelar, se mantendrá mientras se analizan muestras y se determina con exactitud el alimento que originó la intoxicación. La empresa dispone de diez días para presentar alegaciones y demostrar cómo piensa corregir las irregularidades detectadas.
Este episodio no es el primero que enfrenta la cadena. En agosto de 2019, otro de sus locales, en la calle Blanquerna de Palma, fue igualmente clausurado por un brote de salmonelosis que afectó a 51 personas. En aquel caso, 49 intoxicadas y 2 dieron positivo en Salmonella.
Las consecuencias judiciales de aquel brote no fueron menores: el administrador de la empresa recibió una condena de un año de prisión (suspendida), una inhabilitación de ocho años para regentar negocios de hostelería y una multa económica de 33.000 euros. Además, el restaurante permaneció dos meses cerrado mientras se subsanaban las deficiencias detectadas en la inspección, relacionadas también con higiene y conservación de alimentos.
Que un mismo grupo de restauración acumule dos brotes graves en apenas seis años y con patrones similares no puede ser calificado de mera coincidencia. Ambos casos comparten elementos clave: una intoxicación masiva, la presencia confirmada de Salmonella, fallos graves en los procedimientos de manipulación y conservación de alimentos, y una respuesta institucional que pasa por el cierre cautelar del establecimiento.
La reincidencia abre preguntas sobre la eficacia de las medidas tomadas en 2019 y sobre la cultura de seguridad alimentaria dentro de la empresa. Si entonces se implementaron protocolos para evitar un nuevo episodio, estos no han funcionado o no se han mantenido con la rigurosidad necesaria.
En términos sanitarios, un brote de salmonelosis de esta magnitud implica no solo atención médica para decenas de personas, sino también una carga para el sistema sanitario y una alarma social que puede extenderse más allá de los afectados directos.
En el plano reputacional, el golpe es doble. Dragon Sushi no solo afronta el cierre de uno de sus locales más visibles, en plena temporada turística, sino que además revive el recuerdo del episodio de 2019. Para cualquier marca, especialmente en el sector de la restauración, asociarse de forma reiterada a brotes de intoxicación alimentaria puede ser letal.
El papel de la Conselleria de Salut y de los servicios de Salud Pública es ahora clave para esclarecer el origen exacto del brote y garantizar que, si el establecimiento reabre, lo haga cumpliendo todos los estándares de higiene y seguridad alimentaria. La experiencia de 2019 demuestra que el seguimiento no puede limitarse a la reapertura, sino que requiere inspecciones periódicas y exigentes.
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Con los locales asiáticos y de otros países, deberían tomar especial atención los inspectores sanitarios, esta gente no tiene todavía la cultura de la calidad de los alimentos ni la formación adecuada en muchas ocasiones, y almacenan comida y cocinan en malas condiciones.
asiático y de otros países????también los establecimientos españoles....todos al mismo saco
Y la gente es tan macabra que siguen llenando sus locales
pues hay uno en palma nova para fiarse uno