La legislatura está a punto de comenzar y sólo hablamos de deudas, deudas y más deudas. Salut no paga a sus proveedores y éstos han llegado al límite de su paciencia y han decidido no fiar más. Las primeras, las agencias de viajes, que se han cansado de poner dinero y de creerse las promesas de la Conselleria de Salut, por lo que, y mientras no cobren, serán los usuarios, los enfermos y familiares, los que tengan que sufragarse el coste de los traslados para ser tratados, con todos los problemas que ello implica. Después, y por lo que muchos comentan, pueden ser los farmacéuticos los que opten por cobrar los medicamentos a los pacientes, lo que, sin ninguna duda, crearía una situación gravísima, porque hay muchas familias que no podrán hacer frente a esos gastos. ¿Y después? ¿Qué va a pasar después? Porque, no lo olvidemos, el nuevo Ejecutivo, el nuevo conseller de Salut, sea quien sea, se va a encontrar con una situación crítica, con enormes deudas acumuladas y escasa capacidad de maniobra, pero con la obligación de seguir adelante sin menoscabar ni un ápice la calidad asistencial. La sanidad pública balear está en la UVI y los señores Antich y Thomàs lo saben perfectamente, otra cosa es que asuman o no su responsabilidad, pero lo que está claro es que las cosas no van a ser nada fáciles para los nuevos gestores, quienes acceden a una casa completamente endeudada y, por si no fuera suficiente, con sus moradores indignados, desmotivados y muy hartos.
