Partamos de la más pura hipótesis o de varias de ellas. Supongamos que el Mallorca consigue volver este año a segunda división, a la auténtica y no al remiendo en el que milita, ¿cuántos jugadores de su actual plantilla estimamos que serían competitivos?. Antes de responder establezcan dos epígrafes diferentes: con el objetivo de ascender a Primera o simplemente para mantenerse. La verdad, no sé si me atrevo a plantear siquiera mi opinión al respecto, pues no quisiera herir susceptibilidades ni humillar públicamente a nadie.
Vamos al peor de los escenarios, que no consiga salir del pozo en el que está. Otra pregunta: ¿cuántos de los profesionales que no habrían logrado su objetivo deberían abandonar el club pese a disponer de contratos en vigor?. También soslayaré la cifra que me ronda por la cabeza en un cálculo de posibles indemnizaciones. En ambos casos es la manera en que Maheta Molango cree que ha de hipotecar el club, con el beneplácito de sus jefes y accionistas. Son los propietarios, nada que objetar.
Estas son algunas de las reflexiones que el mallorquinismo latente, el que ha dejado de acudir al estadio por muchos twiters que circulen por ahi o visitas a Instagram, se hace con rabia y preocupación. Pero tampoco podemos ignorar a esos seis mil que aparecen cada dos semanas por Son Moix tal vez atraidos por el señuelo de un pasado brillante que, pase lo que pase, no volverá. Se acabó lo que se daba. El RCD Mallorca SAD hace tiempo que ha enterrado al original y al Alfonso XIII ni hablemos.
