PSIB, Podemos y Més han anunciado que una de las medidas que llevarán a cabo cuando sus ediles tomen posesión en Cort es la supresión de los coches oficiales. Ello coincide con una semana en que una imagen de Manuela Carmena viajando en metro ha dado la vuelta por las redes sociales despertando todo tipo de comentarios de elogio.
Entiendo que este tipo de anuncios obedecen más a la intención de transmitir que ha llegado “una nueva forma de gobernar” (sólo el tiempo nos dirá si eso es así) que no realmente a una cuestión esencial dentro de una gestión de gobierno.
Antes de seguir, tengo que aclarar que me parece más que adecuado que los representantes públicos, como tales, tengan plena conciencia de los problemas diarios que nos encontramos los ciudadanitos de a pie, y la movilidad dentro de una ciudad es uno de esos problemas.
No obstante, y precisamente por ello, sabemos las horas que llegamos a perder durante el día en desplazamientos, sobretodo si lo hacemos en según qué transporte público o no tenemos ningún aparcamiento cercano a nuestro lugar de destino.
Todo esto lo digo, y pienso sobretodo en el caso de Carmena, porque dudo que el alcalde de una gran ciudad como Madrid pueda permitirse gastar medio jornal en desplazamientos que podrían ser más rápidos de realizarse con un coche que le puede dejar en el lugar de encuentro.
Si el problema es que viajar en un Audi o un Mercedes se considera muy ostentoso y nada acorde con la sensibilidad actual, la solución es fácil. Un coche oficial puede ser un Panda o un Atos, y ser conducido por una persona que no lleva traje y corbata si ésta es la imagen de la que se quiere huir.
Porque al final, hay que pensar que todo lo que nos ahorremos de renting de coche o de despido del chófer -ese damnificado que no tiene ninguna culpa- lo gastaremos en salario inútil del alcalde puesto que las horas de desplazamiento y búsqueda de parking se podrían aprovechar en otros menesteres más necesarios para la ciudad.
Eso sí, para tareas de índole privado, a sufrir como los demás.
