Visto que el maquillaje no había provocado el efecto deseado (despertar compasión hacia una pobre víctima, decepcionada por el comportamiento de sus compañeros), y en cambio había suscitado cachondeo y comparaciones con la tanatopraxia, el pasado lunes Pedro Sánchez volvió a comparecer. Ya no era una víctima, sino un tío chulo y enfadado. ¿Qué narices os habéis creído? ¡No me voy! Las elecciones son cada cuatro años; así ha sido siempre, y así va a seguir. Incidentalmente ¿cómo miente con tanta tranquilidad? Porque con Pedro Sánchez las elecciones nunca han sido cada cuatro años: llegó mediante una moción de censura, celebró elecciones cuando la demoscopia lo recomendó, las repitió a los pocos meses, y de nuevo acortó esta legislatura con elecciones anticipadas.
Dice Robert Hare que un psicópata no se altera cuando es pillado en una trola: se limita a cambiar de versión incorporando lo que ya ha salido a la luz, y espera que la nueva sea aceptada sin reservas. Aunque en la cabeza de Sánchez sea perfectamente normal prescindir de la verdad y la coherencia no debería serlo en la de sus conmilitones, pero los partidos tienen funcionamientos que los aproximan a las sectas: son grupos cerrados, autorreferenciales, en los que la información del exterior se filtra. En ellos se desarrollan mecánicas cuasi religiosas de devoción al líder y fervor por la causa, por estúpida que sea. La defección es muy difícil porque también se interpreta en términos religiosos: el que abandona es peor que un traidor, es un hereje. Entonces el problema está cuando un líder-zumbado consigue asumir el liderazgo de un partido-secta. En ese momento todo puede acabar en los davidianos de David Koresh, el Templo del Pueblo del reverendo Jim Jones, o el PSOE del reverendo Sánchez.
En la comparecencia del lunes -volvamos a ella- Pedro Sánchez aseguró que no va a cometer la gigantesca irresponsabilidad de dejar España en manos de la derecha y la ultraderecha, y con eso demostró dos cosas. Una, que no cree en Tezanos (¿no dicen sus encuestas que va en cabeza?). Dos, que no cree en la alternancia política; esto último es bastante preocupante. Y el miércoles Pedro Sánchez volvió a comparecer, esta vez en la sesión de control del Congreso. Calificó como «anécdota» el océano de corrupción que anega su partido y su Gobierno.
Y, a la vez que la UCO descubría un disco duro que Ábalos intentaba escamotear en las bragas de una acompañante, afirmó tan tranquilo: «la izquierda no es corrupta, la izquierda no roba». Casi inmediatamente José Antonio Marco, hombre de confianza de María Jesús Montero en Hacienda, dimitió ante las informaciones que lo acusan de cobrar dinero a cambio de favores fiscales (especialmente en verano, dice la noticia, que es cuando más necesidad hay de dinero extra). Inmune a ello, desde su pedestal, Pedro Sánchez sentenció: «sentimos enorme respeto por los ciudadanos, por ello NO vamos a entregar el gobierno a la oposición más inútil toxica y divisiva de la historia». Pero la oposición sólo accederá al gobierno si Sánchez convoca elecciones y los ciudadanos (a los que tiene enorme respeto) deciden que así sea. Entonces lo que Pedro Sánchez está haciendo es protegernos, como una madre protege a un hijo para que no incurra en vicios como el alcohol o votar a la derecha. De hecho, si la izquierda es moralmente superior, y por tanto es irresponsable la alternancia ¿por qué celebrar elecciones cada cuatro años? A este lugar desquiciado estamos llegando.
La realidad es que Pedro Sánchez sabe que no tiene apoyo de los ciudadanos para seguir gobernando, y ni siquiera tiene apoyo parlamentario, como demuestra que no ha podido presentar una moción de confianza. Su Gobierno no se deshace porque Yolanda Díaz carece de alternativa laboral, Urtasun quiere seguir descolonizando museos, Mónica García se lo pasa bomba atacando a Ayuso desde su Ministerio, Sira Rego hace cosas antisemitas desde el suyo, y Pablo Bustinduy hace lo que sea, que nadie sabe realmente lo que es. En cuanto a sus socios externos, Gabriel Rufián lo explicó ayer de forma diáfana: el presidente está «tocado», así que hay que «aprovechar el tiempo que nos quede, aprovechar el tiempo que a esto le quede, pase lo que pase». Corramos a exprimir al zombi, que se acaba el chollo. Y esto es, en resumen, el gobierno progresista de la superioridad moral: una constelación de corruptos, jetas y sanguijuelas dedicada a dejar exangüe a España.
Un comentario
excelente síntesis de una situación horrible