Francina Armengol, la expresidenta socialista del Consell de Mallorca, criticó con dureza a su sucesora, Maria Salom, del Partido Popular. El punto de central de su descalificación fue que la popular estaría logrando “que el Consell esté desapareciendo”. Tengo mis serias dudas de que eso sea así, pero si lo fuera, Salom merecería mi más generoso aplauso. Armengol, con todo su derecho, defiende un engendro absurdo que es el Consell de Mallorca. Otros, como yo, creemos que se trata de una institución absurda, innecesaria, cara e inútil, que no sirve más que para tener duplicadas las estructuras funcionariales y, mucho peor aún, para que más políticos incompetentes sigan sangrando a esta autonomía. No haré una lista de inútiles que han estado en el Consell, porque este artículo no puede superar las 10 mil palabras, pero basta ver que allí se robó dinero de las basuras, de las carreteras, de las radios y las televisiones, que se vendieron terrenos más baratos de lo que los particulares hubieran pagado, que se ha dilapidado dinero en publicidad o que con dinero público se hicieron viajes que, vistos los resultados, fueron un dispendio. Una institución que compra el libro más pequeño del mundo para los cerebros más pequeños de Baleares, merece desaparecer. Si Salom la conduce hacia allí, estoy contento.
