Las quinielas sobre la identidad del próximo conseller de Turismo han empezado y por ahora los nombres que más suenan tienen un perfil técnico. Es una buena noticia, pero en vista de los antecedentes sería poco habitual que el elegido no fuera un político, y los hay de mucho peso en el partido que se han postulado para el cargo. Decidirse por la renovación es positivo y se ha visto, pero apostar por la inexperiencia sería un riesgo en un momento económico como el de ahora, cuando la estrategia partidista sobra más que nunca y hace falta una mano experta y bien relacionada. Por otro lado, los consellers ejecutivos suelen ser diputados pero esta circunstancia no tiene por qué cumplirse. Sería decepcionante y una mala forma de empezar que Bauzá repescara para este o cualquier otro departamento a alguno de los imputados después de haberlos excluidos de las candidaturas. En Menorca parece ser el caso de Antonia Gener, imputada en el caso Xoriguer y probable consellera no electa en el equipo de Tadeo, aunque no hay que adelantar acontecimientos. Tambien es posible que la elección venga lastrada por la cuota territorial y Menorca, Ibiza o Formentera acaben siendo decisivas en el reparto de una de las áreas más apetitosas del Ejecutivo. El grueso de la actividad turística está en Mallorca y la subida del PP en esta isla ha sido marcada y suficiente, pero en Menorca el PP ha recuperado el Consell y ha arrebatado al PSOE la alcaldía de Maó –que es como decir el mundo al revés- y eso ha de recompensarse. No acaban aquí las cuotas, ya que nombrar a un conseller de Formentera sería una buena forma de promoción en la única isla balear que ha resistido la caída de la izquierda, una táctica clásica del PP para recuperar poder territorial y de la que el propio Jaume Matas se benefició cuando perdió las regionales de 1999.





