Un día por la mañana, leyendo el periódico, vieron que alguien se oponía a la prospección petrolífera a unas decenas de kilómetros de Ibiza. “Ueeepp” se dijeron cada uno por su lado, “aquí hay votos”. A sólo unos meses de las elecciones, no estamos para desperdiciar nada. Así que, raudos, nacionalistas, socialistas y populares se lanzaron a la carrera demagógica más chusca: “esto lo vamos a parar porque aquí está en juego nuestra dignidad como pueblo; aquí nos va mucho más que un simple decreto, es algo que nos toca lo esencial.” Así que todos se lanzaron. Quedarse atrás equivalía a entregarse al poder de las multinacionales, al dominio de la carretera, de la contaminación, del mal, del materialismo más mezquino. Sampol, del PSM, un profesional de estas juergas, se lanzó en el Senado a pararlo todo, para comprobar con cierto horror que el PP, también desesperado por el último voto, le apoyaba. Y Antich también se despertó de su habitual letargo y barruntó algo así como que “ni hablar de petróleo”. Pero a Antich su partido no le hizo caso. Alguien en Moncloa debe estar preguntándose quién eligió este tío en Baleares. Pero es lo que hay. Sólo que ahora aparece un problema: la prospección de Ibiza es la número 130 que se lleva a cabo en la zona. Que antes incluso se hicieron prospecciones más cercanas a la propia Mallorca y que nunca nadie abrió la boca. Peor aún: es que hay varios pozos de petróleo en explotación sin que ocurra nada. Sin que nos muramos. Sin que se caiga la dignidad como pueblo. Sin que nos quite el sueño. Por eso, claro, ni PSOE, ni CiU, ni PNV han hecho caso a los nuestros. “Temas de consumo interno”, deben estar diciendo, mientras se frotan los ojos. “Cómo son allí en las Islas”, deben preguntarse a la hora del café. Sí, somos de ideas claras. Pero tranquilos, mañana les contaré lo que hicieron otra mañana, cuando al levantarse volvieron a leer el periódico.





