No me ha sorprendido nada la decisión de Fernanda Caro de renunciar como candidata de Izquierda Unida al Ayuntamiento de Palma. Lo que sí sorprendía era que Eberhard Grosske renunciase a seguir al mando de su partido tras haber convertido a Manel Carmona, coordinador de IU, en una marioneta sin ningún peso político. El que manda en IU es Grosske, y después de él Manuel Cámara. Todos los demás -Miquel Rosselló, Lila Thomàs, David Abril, Marilena Tugores y Josefina Santiago- tuvieron muy claro que lo mejor era irse de Izquierda Unida para tener algún futuro político. Caro ha tenido que renunciar como candidata ya que la dirección del partido le imponía a Grosske como número dos de la lista, una manera muy sutil de decirle a la candidata quién seguirá mandando en el futuro. Grosske tiene todo el derecho del mundo a seguir en política, pero lo que no puede hacernos creer es que pretendía dar el relevo a otros compañeros. La renuncia de Caro ha demostrado que Grosske quería seguir mandando.





