Más allá de la broma de que en Baleares estemos importando el semen de Cataluña para la reproducción artificial (lo cual va a poner de los nervios a más de uno), me pregunto si temas tan delicados como estos deben funcionar y gestionarse como si estuviéramos hablando de la Coca Cola. Ustedes verán: ¿llegaremos a que el semen esté en la estantería de un supermercado y lo podamos comprar como sucede con el ganado, “muy lechero”, “muy rubio”, “habilidoso”? ¿Todo, incluso esto, lo vamos a convertir en un negocio en el que todo se compra y todo se vende? ¿No vamos a dejar ni siquiera un mínimo resquicio para los valores?





