Hay quien odia a los ricos por el mero hecho de serlo. Para algunos, cuánto más rechazo muestran hacia ricos y empresarios, más progresistas se muestran ante el resto.
A mí me producen admiración un tipo de ricos e indiferencia otros. Me gusta saber cómo se las han arreglado aquéllos que parten de una situación de humildad y, a base de tesón, ingenio y estar en el momento adecuado haciendo lo que tocaba, llegan a lo más alto.
No me llama la atención el rico que está ahí por su linaje y la herencia de papá. Esta semana ha muerto la mujer más rica del mundo y no se le conoce más mérito para estar en la lista Forbes que haber nacido en casa del fundador de l’Oréal. Ahora, su hija será la mujer más rica del mundo, por la herencia recibida de su madre.
Hace un siglo casi todos los ricos, lo eran por su linaje. Hoy en día son la minoría. Esto nos muestra un mundo mucho más competitivo y basado en cambios tecnológicos en el que se ofrecen posibilidades de superación al común de los mortales. Además, cada vez son más jóvenes. Y, sorprendentemente, o no, carecen de carrera universitaria.
Me quito el sombrero ante J. K. Rowling que pasó verdaderas penurias para vivir antes de escribir Harry Potter y volverse millonaria. O ante todos los ricos tecnólogos que empezaron sus negocios en los garajes de sus casas por falta de dinero pero con una buena idea.
Una de las historias más sorprendentes es la del fundador de Kentucky Fried Chicken, el Coronel Sanders, que tenía tanto de buen cocinero como de pésimo gestor ya fuera en sus negocios como en su vida familiar. Tanto es así que no fue hasta su jubilación a los 65 años cuando su vida dio un giro. Hasta el otoño de nuestras vidas tenemos posibilidades. Motivante, ¿no?
Al llegar a esa edad, el Coronel Sanders decidió suicidarse tras haber acumulado innumerables fracasos de todo tipo. A la hora de escribir su testamento se dio cuenta de que había muchas cosas que no había hecho en la vida y que tenía que demostrar que era el mejor entre fogones. En un arrebato compró una freidora y montó una franquicia en la que cada franquiciado debía pagar 4 centavos por pollo frito vendido con su receta. A los 74 años vendió su negocio por 2 millones de dólares y un salario vitalicio de 200.000 dólares. Y había pensado en suicidarse, el señor.
También tenemos ricos locales. La mayoría hoteleros: Fluxá, Riu, Barceló y Escarrer.
Apasionantes los orígenes de los Fluxá en los que el abuelo del presidente de Iberostar marchó hacia Filipinas y el Caribe a vender los zapatos cuyo proceso de fabricación había ido a aprender fuera de Mallorca. Una rama de la familia se dedicó al turismo y la otra siguió con el calzado pero todos con éxito.
Hijo de un trabajador de Emaya, Gabriel Escarrer, fundador de la cadena hotelera Meliá, también viene de orígenes humildes. Era un currante nato, llegando a acumular hasta 134 horas extras en un mes. Montó su primer hotel con 21 años y hacía de director, comercial o pinche. Su mujer le ayudaba durante los primeros años haciendo labores de gobernanta limpiando habitaciones.
En el sexagésimo aniversario de la creación de Iberostar, hace unos meses, Miguel Fluxá tuvo la “osadía” de opinar sobre el turismo ante la presidenta Francina Armengol diciendo que Palma estaba colapsada y se ofreció a ayudar al Govern para evitar aglomeraciones de turistas. También se permitió la licencia de pedirle a la presidenta que convenciera a la clase política a mejorar la imagen de los hoteleros. La presidenta, lejos de sentirse ofendida, cogió el guante de las peticiones de Fluxá, mostrando gran inteligencia política. La osadía de Fluxá le salió bien, probablemente porque junto a la presidenta no se encontraba la izquierda más radical. Si no, no habrían aceptado consejo alguno. Aunque hubiera sido sobre el tema turístico sobre el que, parece ser, un poco sabe.
La “osadía” de Escarrer en la inauguración del Palacio de Congresos de Palma, esta semana, no salió tan bien. Escarrer no tuvo tanta suerte a la hora de expresar en público su opinión sobre la ecotasa, ese impuesto consolidado del que nadie duda. Tras su discurso inaugural, le han tildado de falta de respeto al Govern y a la propia presidenta, aunque ella no se ha quejado, al menos en público, demostrando mucho más talante que quienes, mostrándose tan ofendidos, han salido en su defensa. La opinión de Escarrer le ha costado que intenten enviarles las hordas de la Agencia Tributaria para investigarle.
Escarrer encarna lo que la izquierda más radical odia: es rico, hotelero y conservador. Pero, no olviden que una vez fue trabajador. Un incansable trabajador. Quizá eso aumente el rechazo.
Sin embargo, Escarrer mantuvo una buena amistad con Fidel Castro, espejo donde alguna vez se han mirado quienes le critican. El líder cubano supo ver en él una ayuda para la exhausta economía de la isla y, si bien cerró otras cadenas hoteleras, potenció la cadena mallorquina porque daba trabajo bien remunerado a trabajadores cubanos. Si el Comandante levantara la cabeza, seguramente saldría en defensa de su amigo dando una lección de inteligencia política y transigencia a sus pupilos. Un rico de orígenes humildes que se ha ganado a pulso su estatus, genera empleo en Mallorca, mantiene su sede y tributa aquí, vende Mallorca allí donde está y sabe de turismo como el que más, se merece poder decir, con respeto, lo que quiera aunque no esté en línea con la audiencia. Si no está de acuerdo con la ecotasa tiene que poder manifestarlo. No obstante, reconozco que el acto donde lo hizo no fuera el idóneo pero no se merece la reacción tan desproporcionada que ha recibido ¿Será la presencia de Sus Majestades lo que ha ofendido tanto? No creo. Son republicanos. Debe ser que Escarrer, en su día, fue un incansable trabajador y demostró que con esfuerzo, en el sistema capitalista actual hay posibilidades de prosperar y dejar atrás la pertenencia a la clase obrera, cosa que con otros sistemas económicos no es posible.





