Falta una hora apenas para que comience la fiesta y aprovecho estas horas de paréntesis para escribir el artículo de esta semana.
Menorca es elegante, simplemente. Hasta hace tres años yo era una de esas personas a las que jamás se le habría pasado por la cabeza venir a las fiestas de San Juan. Pensaba que no era para mí, eso de perderme en entre el tumulto, darme codazos con la gente para ver pasar a unos caballos y estar dos o tres días sin apenas dormir no me seducía en absoluto.
Borracheras, demasiada gente y tumulto era las ideas que venían a mi mente apenas alguien me mencionaba la posibilidad de venir aquí.
Menorca ha sido y es una de mis rectificaciones públicas más contundentes y las Fiestas de San Juan un descubrimiento inolvidable
Fue hace tres años, cuando vine por primera vez. Mayorcita, y creyendo que lo había visto casi todo, al menos todo lo que podía gustarme (craso error que nunca hay que cometer).
Menorca, Ciutadella y su fiesta de Sant Joan me sedujeron de por vida. Una extraña magia hizo pasar, primero, de espantarme con los caballos a después, ahora, correr hacia ellos para tocarlos enseguida que los veo aparecer.
En esta fiesta, llena de mallorquines, lo de menos es tomar ginets. Hay algo en el aire, en la tradición de la fiesta que te atrapa. Con permiso de los residentes en Ciutadella, claro, guardo este artículo, lo público y bajo en menos de cinco minutos a ver como empieza el espectáculo.