La reconversión de una zona turística madura no se hace en un día, y menos sin abordarlo conjuntamente con los empresarios de la zona. La decisión unilateral del Govern de cerrar Punta Ballena y la Calle del Jamón con la excusa de las aglomeraciones para, acto seguido, decir que sobra el turista de borrachera, no resuelve nada.
Al contrario, lo complica. Al menos a los pequeños empresarios de la zona que, castigados durante el confinamiento, han visto truncado su halo de esperanza para salvar parte de los ingresos habituales en la temporada. No quiero ni pensar en aquellos casos en que hubieran sacado del ERTE a sus trabajadores y ahora les hayan cerrado el negocio.
Además, se generan serias dudas jurídicas tras la voluntad del Govern de cerrar locales que realizan una actividad lícita, justificada por el hecho de que en la calle, que es de dominio público, las autoridades no disolvieron las concentraciones de riesgo.
A nadie se le escapa que los hooligans cambian de zona en un suspiro antes de quedarse sin su deseada borrachera. Para eso han venido.
Al turismo de borrachera se le combate mediante la reconversión consensuada entre todas las partes. A pocos metros de Punta Ballena, Meliá y los empresarios de La Vila llevan unos años invirtiendo en ese sentido aun a sabiendas de que el apoyo público no les iba a ir a la zaga.
La demanda de los hooligans es bien conocida: beber, comer, ir a la playa y fornicar, y los dos últimos actos son, en principio, gratis. Si encuentran una oferta que les satisfaga a un precio que les satisfaga, seguirán viniendo y recomendarán a otros que lo hagan. Y, por ahora, la están encontrando. Hay que buscar otros nichos que no tengan esos deseos.
Si no queremos el turista de Magaluf y puntos muy concretos de la Playa de Palma, hay que abordar el problema de otra manera y no por la vía de la fuerza. Y no los queremos. Las imágenes del pasado fin de semana avergüenzan a cualquier mallorquín que sabe que es la imagen que está trascendiendo fuera.
Para atender a otro tipo de turista (otra demanda) hay que buscar en otros nichos, mediante otros canales y subiendo el precio del paquete turístico y la oferta complementaria. A cambio de pedir más, hay que ofrecer más.
Gobierno y empresarios tienen que apostar juntos por reconvertir la zona, tanto desde la inversión en el ámbito privado (con ayudas o bonificaciones) como en el público.
A pesar de esas imágenes, Mallorca tiene un buen posicionamiento internacional en lo que a turismo se refiere y podemos elegir qué tipo de turismo queremos. Pero todo eso se debe realizar de manera consensuada.
El Conseller de Turismo, entre otras competencias, Iago Negueruela, afirma que no quiere este tipo de turistas. Que no vengan, dice. Sí, conseller. Ni usted ni casi nadie los quiere. Pero ya están aquí, y han llegado porque antes no se han hecho los deberes.
El virus puede hacer que sea un momento propicio para apostar en serio por un nuevo modelo, pero los resultados no se ven en horas, ni en años. Cerrando negocios, como se ha hecho, no se perjudica a nadie más que a los pequeños empresarios ¿O piensa que los turistas se han ido al hotel a lamentarse? Comprarán alcohol en los supermercados de la zona colindante y beberán en la playa, si hace falta ¿Va a cerrar el núcleo urbano entero?
Los empresarios necesitan ayuda para realizar el cambio, no collejas. Ellos solo se adaptaron a la demanda de los turistas que unos traían y otros tenían a bien que vinieran. Como alumnos aplicados en Marketing, supieron detectar sus necesidades e invirtieron su capital, a veces hipotecándolo, para satisfacerlas. Si traemos a otro tipo de turistas con otras necesidades, los empresarios se adaptarán a ellas. Su éxito o fracaso va en ello. A ver si entre todas las partes, de una vez por todas, podemos decir adiós al modelo que simboliza Magaluf.
El virus está acabando con muchos modelos de negocio obligando a la reinvención. Espero sinceramente que la 'nueva realidad' traiga consigo un 'finito Magaluf'.





