La red de saneamiento de Palma suma cada año un millón de toneladas de residuos atascados, lo que supone un gasto de 270.000 euros a la empresa municipal Emaya y por tanto a los contribuyentes.
Millones de compresas, bastoncillos, maquinillas de afeitar y sobre todo toallitas húmedas acaban diariamente en las arterias de depuración de Palma y del resto de municipios de la isla, del archipiélago y de la península. Desgraciadamente, el gesto de desechar cualquier residuo al váter se ha convertido en un hábito para miles de ciudadanos que, bien por desconocimiento, bien por incivismo, encuentran en éste un 'cubo de la basura'.
Tanto es así, que 47 entidades locales mallorquinas han conformado un frente común con la campaña "No alimentes al monstruo" y ahora, Palma también se suma a la iniciativa estatal "El monstruo de las cloacas", que advierte de las graves y costosas obstrucciones en la red de alcantarillado que supone esta práctica.
Pero el problema, más allá del altísimo coste de las averías de alcantarillas y depuradoras, evidencia el largo camino que queda aún por recorrer en la concienciación de la lucha contra el cambio climático.
Los Gobiernos son responsables de la estrategia y las políticas a gran escala pero el ciudadano también debe ser consciente que en los pequeños gestos cotidianos también reside la clave. Acciones individuales, como generar menos residuos, reciclar y reutilizar y en este caso, desechar los productos de higiene en el contenedor de rechazo son también vitales en la lucha climática.
Ante este grave problema, sólo cabe un antídoto efectivo y perdurable: educación y concienciación medioambiental en colegios, institutos, centros de trabajo y medios. Todos debemos contribuir a la difusión del mensaje antes de que sea demasiado tarde.