No sirven dosis homeopáticas precisamos un gotero con perfusión continua de democratina por vía intratecal, directamente al cerebro, ya que la vía sanguínea es demasiado lenta en el contexto psicosocial que hemos construido.
La democratina es un valor social, cuyos ingredientes son el respeto, la empatía, la justicia, la honestidad, la ejemplaridad y la tolerancia. Es el plasma de las democracias. Su objetivo es el interés común. Basta abrir cualquier periódico, en cualquier país, cualquier día, para constatar que la perversidad del ser humano supera ampliamente al cáncer, la lepra, el Alzheimer, y las enfermedades cardíacas puestos juntos en eso de arruinar la vida.
En pleno Siglo XXI, que dedica millones y millones de euros y dólares para estudiar esos flagelos ¿cómo es que el análisis de la maldad humana recibe tan poca atención de la ciencia?
Todas las culturas y todos los lugares del mundo coinciden en llamar hijo de puta al perverso. La hijoputez es una epidemia social que damnifica más que cualquier tsunami hasta ahora conocido. Estamos pagando a un alto precio por una serie de decisiones tomadas por «hijos de puta». Ahí van unas reflexiones: ¿La hijoputez se hereda? ¿El hijo puta nace o se hace? ¿Cual es el mapa mental de un practicante de la hijoputez? ¿Es un fenómeno multifactorial? ¿Tiene raíces biológicas?
Ojo al dato porque seria demoledor: Porque si realmente la hijoputez tuviera una raíz biológica, significaría que ya la traemos codificada en nuestra lotería genética, en cuyo caso todos somos hijos de puta en potencia.
Conviene rescatar ahora el fiasco que se llevó Hannah Arendt, cuando fue a Jerusalén a presenciar el juicio del nazi Eichmann, pensando tal vez que vería un diablo con espumarajos azufrados y cola puntiaguda. La realidad fue otra y la narró de forma magnífica en la Banalidad del Mal. ¿Cuál es el mecanismo cerebral que transforma a un burócrata anodino en un malvado criminal? He ahí el enigma. No sabemos las respuestas.
El análisis aproximativo, como siempre: individualizar y contextualizar. O mejor: pretexto-texto-contexto. ¿Cómo es que el análisis de la maldad humana recibe tan poca atención de los científicos? La respuesta ya la formuló Karl Popper, para quien una pregunta solo se puede considerar científica cuando podemos hacer algo por responderla. Es evidente que el tema de la perversidad esta aún demasiado verde para un abordaje verdaderamente científico. Yo creo que la hijoputez no existe, pero se que sí que hay hijos de puta. O para precisarlo mejor, como nadie mea colonia y teniendo en cuenta la naturaleza humana, todos somos prehijoputas. ¿Quien no ha hecho hijoputadas o quien no se ha comportado alguna vez como un hijo de puta transitorio? Quien este libre de pecado que tire la primera piedra.
Ahora bien hay que reconocer que hay uno cuantos hijos de puta que alcanzan la máxima excelencia en esta disciplina. Son los hijos de puta de la Champions. Son hijos de puta con pedigrí. Son los gold hijos de puta. Y reconozcámoslo no todo el menda vale para eso. No son los que quieren si no los que pueden. Su ejemplaridad en este tema es deslumbrante. Las portadas de los medios son recurrentes. ¿Se imaginan una vacuna contra la hijoputez? ¿Es la democratina la vacuna y el antídoto contra estos especímenes?
Con la que esta cayendo urge realizar exploraciones psicodiagnosticas y neuroéticas a ciertos colectivos. No podemos dar nuestra confianza a ciegas. ¿Podríamos hacer una detección precoz de la hijoputez? ¿Podríamos definir los factores de riesgo? ¿Son ciertos circuitos o territorios sociales, los que hacen que el hijoputa latente pase a ser un hijo de puta manifiesto y confeso?
Bien falta investigación en el tema. Pero eso si, recuerden: aun, aquí y ahora no estamos en derrota y mucho menos en doma. Ah, y perdonen por el termino, pero los llamamos así.