Incluso el Mallorca ha perdido menos partidos en Son Moix que el Girona en Montilivi, pero lejos de Palma el equipo de Fernando Vázquez es la viva imagen de la impotencia. Aferrado a una agrupación defensiva con dos líneas de cuatro juntas y definidas, sus carrileros trabajan más en contención que en ataque, donde Ortuño se desgasta inútilmente ante la falta de apoyo y la siempre tardía de una segunda línea, que nunca aparece. No tuvo mucho mérito la victoria local.
O sea, que los de Pablo Machín tampoco han buscado el triunfo más que sus invitados, pero han sido fieles a sus principios y su buen portero, Becerra, evitó en un alarde de reflejos la única oportunidad visitante en toda la tarde: un cabezazo de un zaguero sobre su propia portería. Para resumir: noventa minutos de tedio en los que se llega a una triste conclusión y es que si conservas el balón el mismo tiempo que tu rival y no eres capaz de hacer otra cosa que pasearlo cansinamente de un lado para otro tienes uno o más problemas.
La derrota del Albacete, el Alcorcón ha conseguido un triunfo claro allí donde el conjunto bermellón dio otra pobre impresión, no tiene mayor trascendencia, puesto que el antiguo queso mecánico, hoy más parecido al gruyere que al manchego, estaba y está condenado. La lucha se congrega en torno al Huesca, el Almería y la Ponferradina, con permiso del Llagostera. Pero habrá que esperar alguna jornada más dado que se empeñan en transformar el año del centenario, en el del suspense.






