El Elche es el séptimo club de Segunda B que ha decidido cambiar de entrenador. Acción -la derrota ante el Formentera-, reacción –Vicente Mir ni siquiera ha dirigido el primer entrenamiento de la semana. Asi que el gallito que se ha quedado a medio camino y ha de visitar Son Moix en la próxima jornada puede que sea peor, igual o mejor, pero seguro que será diferente. El fin de los técnicos no solo lo marcan los malos resultados, a veces también lo hace el ridículo. Bernd Kraus se cayó del banquillo del Mallorca después de un escandaloso 0-4 frente al Shalke idem en competición europea. Para los ilicitanos perder en casa ante un visitante de tan escasos recursos también es humillante y a Siviero, en el Hércules, se lo cargaron incluso ganando. Seguramente sería injusto, pero al menos concedamos a la decisión el mérito de lo excepcional.
Sorprendentemente los propietarios del Atlético Baleares no han considerado un tropiezo su empate in extremis ante el Atlético Saguntino en Son Malferit, donde Armando de la Morena casi es izado a hombros por un grupo de peñistas. Para gustos, los colores. Alabo el argumento de mantener al inquilino del banquillo pese a un marcador adverso, que lo es. No tanto si lo que vamos a analizar es el juego desplegado por sus discípulos. Echar de la portería a un guardameta seguro y experto como Aulestia en beneficio de un joven teutón con todo por demostrar es un error a conciencia o una consigna del jefe, castigar a Xisco Hernández para reivindicarle después de una pantomima de reunión en el vestuario –a ver ahora si alguien repite eso de que va a jugar él y diez más-, pasarse el partido más pendiente de los silbidos del público hacia el preparador en lugar de estar pendiente del desarrollo del mismo, mantener una línea permanente de enfrentamiento con los árbitros, despreciar a determinados jugadores con órdenes como la de situar a Vallori de delantero centro, no solamente son síntomas de nerviosismo e incapacidad, sino incluso de desespero. Inacción, sin reacción.
